Capitulo 2

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"Tengo que hacer algo" pensé. Me levanté con dificultad del suelo temblando, mis piernas no me respondían fluidamente, estaban paralizadas por el miedo, pero no me podía quedar ahí. Las voces y golpes se hacían más fuertes. Ya no les importaba que alguien los oyera, sabían que no tenía escapatoria, o al menos eso creían ellos.

Rápidamente tome mi celular del pequeño mueble de caoba juntó a mi cama y una lámpara de lectura, con una base de mármol blanco bastante pesada y dura. Marque el número 911 en mi celular, acomode la lámpara en mi otra mano y abrí la puerta para salir de mi habitación e ir hacia la de mis padres. Todo era muy extraño, los perros no ladraron nunca y mis padres no fueron a verme a pesar de las voces y ruidos que se escuchaban.

Salí de mi habitación y escuche en el teléfono.
-911 ¿Cuál es su emergencia?- la voz de una mujer joven.
-Ayúdenme por favor,- estaba muy alterada -unos hombres quieren entrar a mi casa. Estoy en......- iba a dar mi dirección cuando una mano con un guante negro me arrebató el teléfono y lo aventó al piso haciéndolo pedazos.

Me quede inmóvil, muerta de miedo contemplando el teléfono destruido en el piso. Voltee lentamente temblando de pies a cabeza y vi dos enormes figuras obscuras detrás de mi.
-No...-susurre. Quería correr, pero uno de los cuerpos me agarro los brazos fuertemente haciendo que la lámpara cayera al piso y se diera un fuerte golpe que rompió el foco. Grite, no podía más, tenía que encontrar una forma de escapar.
-MAMÁ PAPÁ!- grite -alguien ayu...- el hombre que me sostenía puso una mano sobre mi boca impidiéndome gritar más. Lo mordí e intente patearlo. Peleaba tanto como podía, pero no funcionaba era muy fuerte. ¿Por qué no vienen mis padres? ¿Qué les habían hecho?

-Quédate quieta maldita niña- dijo el otro hombre de voz gruesa y escalofriante que se acercaba a mi con una cinta gruesa gris y le indicaba al que me sostenía que quitara su mano de mi boca, sin darme tiempo de decir algo puso un pedazo de cinta en mi boca impidiéndome hacer casi cualquier tipo de ruido. Estaba demasiado apretada. El hombre estaba cubierto de negro, incluso llevaba un pasamontañas, difícilmente alcancé a ver unos ojos azules llenos de maldad.

Empece a llorar, ya no tenía escapatoria, mis padres no me escuchaban y nadie sabía nada sobre mi situación. Ni siquiera los perros ladraban.

-Awwww, ¿la pequeña perra está asustada?- se burlo el desgraciado mientras acariciaba mi cabello y yo le lanzaba la mirada con más odio que podía.

-No me mires así maldita- dijo enojado mientras me apretaba fuertemente los cachetes con una sola mano, haciéndome soltar un quejido de dolor.

-Agradece que no haya matado a tus padres- me soltó y sacó un rociador pequeño con un líquido verde sospechoso dentro. Sentí mis pupilas dilatarse por el miedo que se hacía mayor a cada momento.
-Oooo, sabes que es ¿cierto?- lo mire directamente a los hoyos de su pasamontañas que mostraban difícilmente sus ojos. No veía su cara, pero sabía que sonreía amargamente.
-Así es, los drogue, dormirán unas 5 horas más- sentí más lágrimas cayendo de mis ojos resbalando por mis mejillas. Era el final. En ese momento me di cuenta de cuanto me arrepentía por no haber dicho nada a nadie. Ahora me llevarían y quien sabe que me harán.

Me dejé caer por completo, rendida y cansada, ya no podía hacer nada.
-Por fin accedes eh- dijo el hombre mientras me rociaba con ese líquido verde.
Mi cuerpo empezó a sentirse pesado, me costaba trabajó mantener los ojos abiertos y mi respiración se tranquilizaba. Mis párpados se caían y me sentía mareada. El hombre que me sostenía me cargo cuesta abajo por las escaleras y antes de salir por la puerta pude distinguir a Doki, Candy y Kira desmayados en el piso.

Salimos de la casa y me metieron bruscamente al auto negro que me había perseguido hace algunos días. Era todo me tenían, ni siquiera pude ver a mis padres. Me sentía tan horrible y asustada. Vi a los dos hombres subirse en la parte de adelante. El que me cargo en el piloto y el que me drogo en el copiloto.

Lo último que alcance escuchar antes de caer dormida es que el desgraciado de los ojos azules marcó un número y dijo:
-Tenemos la mercancía jefe, Vamos para allá-

Secuestro de amor Where stories live. Discover now