Los reyes tenían los ojos rojos por contener las lágrimas y ardían de cólera, a punto de que la reina Jiwoo estaba a punto de abalanzarse sobre aquella bruja, pero la vida de su pequeño hijo estaba en juego lo único que podía hacer, era contenerse. 

– BonHwa, si aquí hay algún culpable, ése soy yo.– la voz del rey, hizo que Jiwoo fijará su vista a su esposo, quien se encontraba peor que ella.– Ciertamente, se me olvidó mandarte la invitación. Pero este olvido no es tan grave como para que le cueste la vida de mi hija. Sería demasiado injusto.– el rey estaba preocupado por su pequeño hijo, no podía dejar que le pasará nada, si ocurría algo, nunca se lo iba a perdonar.– ¡Mira con qué placidez duerme!.– y era cierto, Taehyung se había quedado dormido gracias a los padrinos mágicos que lo habían calmado.

– ¡Es un bebé apenas y es inocente, no tiene la culpa!, ¡Ten piedad de ella!.– gritó esta vez la reina.

Un gran silenció acogió tan conmovedora declaración; todos sabían cuán doloroso era para los reyes dominar su propio orgullo y humillarse de aquella forma. 

¿Habría logrado ablandar el corazón de BonHwa? 

Se diría más bien que ni siquiera tenía corazón, pues su mirada seguía siendo la de una fiera ansiosa de venganza. 

BonHwa, más arrogante que nunca, respondió: 

– ¡Es demasiado tarde, majestades!.– gritó.– ¡A ver si así entienden que yo no olvido una ofensa y no perdonó jamás!.

Pasado el estupor, se desató la ira. Mientras que la reina Jiwoo, desesperada, se acercaba a la cuna para tomar a Taehyung en sus brazos y estrechar lo contra su corazón, como si su amor fuese a protegerla del peligro. 

Esto no podía estar pasando, no.

El rey Dongju se volvió hacia sus soldados y ordenó con voz firme.: – ¡Arresten a BonHwa!, ¡Encierrenla!.

Al mismo tiempo que se oía una carcajada diabólica, la alargada y sombría silueta de BonHwa desapareció envuelta por una nube de llamas verdes que se apagaron rápidamente, dejando en la sala un olor que revolvía el estómago. 

La justicia del rey nada podía contra la magia y sólo quedaba un recurso: los padrinos mágicos. Todas las miradas se volvieron entonces hacia Jackson, Eunwoo y Hoseok quienes veían al suelo preocupados y sentían las miradas de todo el pueblo en ellos, tenían una carga grande en sus hombros. 

Fue Hoseok que levanto la mirada podándola en los reyes y tomo la palabra: 

– Aún no he dado mi regalo al joven príncipe y si me permiten, lo haré ahora.– los reyes asintieron y Hoseok se acercó lentamente hacia los reyes que tenían abrazando al pequeño cuerpo.– Por desgracia, mi varita no puede anular totalmente el poder de BonHwa, pero al menos impedir que la maldición se cumpla de una manera irreparable.– levantó su varita y posó su vista el el príncipe.– Príncipe Taehyung, tu no morirás. Si algún día te pinchas un dedo con la punta de una rueca, simplemente quedarás sumido en un profundo sueño y sólo podrá despertar con el beso de amor verdadero. Entonces y sólo entonces, despertarás y serás feliz para siempre.– luces azules salían de la varita que iban directos a la varita de Taehyung quien aún dormía en brazos de la reina. 

El rey de Buscan, Jeon GongYoo, se acercó a sus amigos para poder darles ánimos.

– ¡Tengan confianza y fe!.– colocó la mano en el hombro de su amigo y rey Dongju.– Nosotros estamos aquí para proteger al príncipe. Lo primero que hay que hacer es quemar todas las ruecas del reino.– propuso.– Cuantos menos ruecas, menos peligro.

Todos aplaudieron tan sabio consejo, y al amanecer del día siguiente los heraldos anunciaron el decreto real por todo el país. Todos los reyes, príncipes y pueblo, habían ayudado a los reyes a quemar todas las ruecas, se habian quemado todas en la foza del reino, pronto quedaron reducidas a cenizas. 

Por el momento, Taehyung, estaba a salvo. 

Pero los tres padrinos mágicos buenos no estaban tan confiadas. Conocían demasiado bien a BonHwa y sin duda alguna, aquella bruja haria lo posible y lo imposible para que se cumpliese su maldición. 

Sus tres varitas mágicas no podían contra la del hada del mal. Los tres, Jackson, Eunwoo y Hoseok, tras una larga discusión, llegaron a la misma conclusión: mientras permaneciese en el palacio, Taehyung estaba en peligro. 

Ni el amor vigilante de sus padres, ni la protección de todos los soldados y de los reinos serian suficientes. Lo mejor era, sin duda, llevarse al príncipe muy lejos de allí y que creciese en un lugar secreto. 

Con dolor, los reyes se despidieron de su bebé. No querían alejarse de él, se perderían los primeros años de vida de su hijo, sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus primeras sonrisas y risas. Pero si esa era la única forma de que Taehyung estuviera seguro y protegido, harían cualquier cosa. 

– Será perfectamente educado, ya le he encontrado yo dos buenos padrinos mágicos.– dijo Hoseok sonriendo. 

Los reyes con dolor, entregaron a su hijo a Hoseok y abrazados los dos; vieron como los tres chicos se alejaban del castillo, llevandose a su gran tesoro.

¿Taehyung podría estar bien en el bosque?

El Principe Durmiente •KookTae•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora