«Ya. Me llegó la hora»

Pero Seokjin le grita al animal antes de que pueda saltar sobre sus patas y, afortunadamente, lo frena. Amo a Mantae, pero lo único que necesito ahora es que me quiebre el brazo sano que me queda.

—Kang Sushi, hablo en serio —Seokjin espeta, notablemente cabreado con el can de patas largas—, voy a darle una patada a esta bestia y volará a Indonesia.

—Déjalo en paz, es un perrito que necesita atención las veinticuatro horas del día —Yunbi replica, acariciando la gigantesca cabeza de su mascota.

El gran danés no deja de mover la cola mientras nos adentramos en la casa, pero al menos ya ha dejado de lado su deseo por saltar sobre nosotros, lo cual es un alivio.

—No es un perro, es una abominación —Seokjin continúa y yo no puedo evitar rodar los ojos. ¡Mantae es adorable! No entiendo por qué lo rechaza tanto—. ¿Puedo atarlo?

Yunbi se frena de inmediato y, con una lentitud que consigue ponerme los pelos de punta, se gira hacia Seokjin para encararlo. Su reacción ha sido muy similar a lo que ocurre en una escena de la famosa película "El Exorcista", específicamente ese momento cuando la poseída hace girar su cabeza.

—Te atreves a atar a mi pequeño y te vas de esta casa, Seokjin. —Le advierte, levantando su dedo índice en un gesto casi dictador.

—Ti itrivis i itir i mi piquiñi y ti vis di isti quisi, Sikjin —el sensato y maduro hombre contesta, y termina ganándose un golpecito en el brazo.

—Bueno, ¿qué quiere cenar nuestro pequeñín quebrantado? —Joo me pregunta, una vez que nuestra marcha se detiene en el inicio de la sala.

— ¡Minjoo! —Jin y Yunbi vociferan al unísono, a modo de regaño.

Pero yo no puedo evitar carcajear. ¡Vamos! Mi situación es tan absurda que es inevitable no reírme de ella.

— ¿Hamburguesas? —Hablo, luego de pensármelo un momento.

—Hamburguesas serán, entonces —me frota dulcemente la espalda con su mano.

—Gracias, noona.

—Llevaré a este niño a la cama y luego vendré a ayudarlas —Seokjin anuncia, posicionando su palma en mi cintura baja mientras desviamos nuestro rumbo en dirección a las largas escaleras.

—Nosotras nos encargamos de la cena —Yunbi dice—, tú ayuda a Kookie-Kookie.

Enfrentarme a las escaleras es sinónimo de tortura y, aunque no lo expreso en voz alta, temo que mis piernas fallen y termine cayéndome. Pero muy en el fondo sé que estaré a salvo, porque Seokjin se mantiene firme a mi lado, siendo paciente y muy tierno conmigo. Me alienta a dar los pasos que restan para terminar de subir los escalones y también me recompensa robándome algunos besitos en el proceso.

Cuando logramos llegar a la segunda planta de la mansión, tengo la necesidad de festejar..., aunque ese deseo se esfuma tan pronto como llega, justo cuando recuerdo que estoy en pésimas condiciones físicas.

Me siento como si me hubiesen molido a golpes.

... Que fue exactamente lo que sucedió.

Soy un delgaducho decorado con puros puñetazos, y también muy enamorado.

Entramos en la habitación de Seokjin y el alivio me recorre enteramente cuando mi cuerpo contacta con el cómodo colchón. Hasta ese momento, no me había percatado de cuán tenso y necesitado de descanso me encontraba, ¡y eso que no he hecho ningún desgaste de energía digno de mención!

Jin acomoda varias almohadas en la cabecera de la cama para que me apoye en ellas y luego se sienta junto a mí, al tiempo que me acaricia la barbilla con sus dedos.

"Tendencia + Torpeza" (Adap.) «JinKook»Onde as histórias ganham vida. Descobre agora