Bright rompió el silencio, sugiriendo que se suban al segundo juego, decidieron descartar Space Loop porque se veía muy violento, así que irían a la montaña rusa, la cual era gigante, tal vez hasta más extremo que Space Loop.

Dejaron la bolsa de papel en una cabina para que no se perdiera y después formaron la fila para subir, se encontraban ahora sí miedosos pues de más cerca ellos quedaban como hormigas frente la gran montaña, subieron a sus carritos para después ponerse sus cinturones de seguridad.

— Dame tu mano.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— P', necesito algo para apretar o si no gritaré mucho, así que dame tu manito. — Exclamó el pequeño, agarró la mano de su jefe y entrelazó sus dedos con los del Alfa de manera tímida.

Su corazones vibraron al sentir la calidez mutua y conexión que sus manos se brindaban, ninguno dijo nada, no por incomodidad, solo no sabían que decir por el hecho de que estaban disfrutando ese pequeño momento, aunque no lo vayan a aceptar después.

Los carritos avanzaron de manera lenta al principio, pero segundos después ambos estaban apretando sus manitos por lo alto y rápido que iba, sus almas estaban por salirse de el pecho, estaban gritando cosas incoherentes y sin sentido por la adrenalina que sentían.

Todo pasó rápido, cuando bajaron de el juego Bright se dirigió a la cabina a recoger el regalo del pequeño, pero al ver como el Omega se tambaleaba mareado por la reciente experiencia, tuvo que correr a sujetarlo con cuidado, evitando que vaya a dar un mal paso y caer, el pequeño sentía incluso su boquita salivar por las ganas repentinas de querer vomitar.

— P' quiero vomitar. — Murmuró el Omega, cerrando sus ojitos y apretando su estómago.

El Alfa reaccionó y lo llevó a una banca cercana, sentándolo ahí y llevando sus manos a la pancita del contrario, que estaba jadeando con suavidad por el malestar que sentía. — Calma, te daré caricias, ¿si?

El rostro de Win enrojeció en un bonito sonrojo al sentir la cálida mano del Alfa en su pancita, que acariciaba y masajeaba en círculos, su cuerpo se estremeció, se suponía que esa zona era algo íntima, que solo tu pareja podía tocar y acariciar, pero ahora su Jefe se encontraba haciéndolo, pero eso no era lo confuso, lo confuso era que Win por alguna razón se sintió tan cómodo que no pudo evitar apegarse al Alfa y acurrucarse ante tal tacto.

El contrario sonrió al ver al pequeño reaccionar de esa manera, su pancita se sentía suave y esponjosita, era como acariciar a un cachorrito que necesitaba de mimos y cariños, suspiró pesado, aunque no quería dejar de acariciarlo tuvo que hacerlo.

— Winnie... ¿Ya estás mejor? — Preguntó con voz suave y tranquila, mirando como el contrario formaba un pequeño puchero en sus labios que hizo temblar a su lobo con suavidad, ambos se separaron y se miraron por unos pequeños segundos, para después reír de manera nerviosa, era un ambiente bonito y feliz, así que ambos se levantaron rumbo al último juego de la noche, el túnel del terror.

Win estaba con los nervios de punta ahora, era un miedoso de primera, le temía a la oscuridad, a los sonidos fuertes como los gritos, también le temía a los muñecos diabólicos de las películas gracias a que; cuando niño su hermano le había mostrado videos de Chucky, después de eso tuvo un mini trauma con la cara terrible del muñeco y no podía dormir por al menos dos semanas sin que su madre lo acompañara.

Se acomodaron en los carritos, y empezaron a avanzar, de poco a poco se escuchaban gritos lejanos, risas de payasos un poco perturbadoras e incluso llantos de bebés, era tan realista que incluso el Alfa se sorprendió un poco y el Omega ya estaba temblando de el miedo, pegándose cada vez más a Bright para buscar calor y cuidado.

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