Cap • 21 Más cerca

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Al salir de casa, hundí mi cabeza en su cuello e intenté calmar los nervios que seguían persiguiéndome desde un principio, él sin hablar, empezó a acariciar mi cabeza para después enrollar algunos mechones de pelo en sus dedo índice, y pude decir que logró calmarme un poco con ello, hasta que nos adentramos en el bosque.

Una vez dentro del frondoso lugar, tuve algo de ganas de llorar, soltar todo lo que había vivido esa misma tarde, pero reprimí ese pensamiento al saber que lo estorbaría y que seguramente sería recriminada más tarde.

Pero al sentir como mi estómago se encogió por su pecho que volvía a incharse para hablar, me imaginé todas las posibles respuestas que saldrían por esos infames labios.

—Scarlett— dijo mi nombre en voz baja, pero no contesté, porque no podía—, puedes llorar, no tienes que reprimirte.

Mi corazón se encogió cuando terminó de hablar por la sinceridad con la que lo había dicho y antes de ahogarme de nuevo en su hombro para soltar el par de lágrimas que rogaba por sacar, dejé que mis labios besaran su mejilla.

Me sorprendió saber que no le había importado en absoluto al no escuchar ninguna queja ni ser lanzada como un gato arisco, así que hice lo que más quería en ese momento, dejar salir las lágrimas que escocían mis ojos, hasta que llegamos al valle.

Una vez que pisamos el ligero camino que podía verse al salir del bosque, sentí alivio al haber regresado.

Algunos lobeznos corrieron a las espaldas de Connor para verme a los ojos, y su ternura, remplazó el dolor que sentía desde hace varios minutos. Algunos de ellos empezaron a preguntar con pequeños ladridos que le habían pasado a mis ojos que estaban tan rojos, otros tan solo se preocuparon por saber que estaba siendo cargada por él, y otro más pequeño y grisáceo, me observó con determinación como si estuviese analizando todas las respuestas posibles a cerca de lo que pudiese haber sucedido.

—Id a dormir— exigió con seriedad a mi lado.

Los cachorros se despidieron de mí y más tarde se marcharon corriendo de vuelta a sus padres. Una vez que nos adentramos de nuevo en la gigantesca casa, subió por las escaleras de caracol y se detuvo enfrente de su puerta.

—¿Dónde te apetece pasar la noche?

Su pregunta me sorprendió por la calma con la que lo había dicho.

Y sin pensarlo dos veces, le dejé saber que si no había con ello, prefería quedarme en su habitación.

No quería pasar tiempo sola por el momento, aún no.

Así que ambos nos adentramos dentro de su cuarto, y una vez cerrada la puerta, siguió cargándome hasta la parte derecha de la cama, donde una vez ya descubiertas las sábanas, fui depositada con bastante delicadeza como si fuese una flor. Todo estaba oscuro, tan solo el resplandor de la luna traspasaba a través de la ventana, aunque era suficiente para poder vernos el uno al otro.

Después de alejarse para tomar ropa de su armario, se metió en el cuarto de baño y minutos más tardes, salió con un pijama totalmente negro y largo. Que bien le quedaba ese color— pensé sin dejar de observarlo.

—Connor— dije su nombre para que me escuchara—, ¿tú sabías lo de mi padre?

Mientras esperaba para una respuesta, me cubrí más con las sábanas, hasta que casi no podía ver más allá de su figura.

—Es posible, sí— su voz se atenuó como si de una brisa se tratara.

—¿Cómo?

No recibí una respuesta hasta que se tumbó de nuevo en la cama encarándome sin preocupación alguna.

—Todos nosotros percibimos los olores mucho más rápido y de forma más clara en el caso de que sean feromonas— sabía que quería decir con el olfato, ¿pero y las feromonas?—, cada vez que volvías de casa, traías unas fuertes feromonas de otro híbrido, al igual que ahora, tu padre.

—¿Por eso siempre mencionabas mi olor corporal?

Por más que supiera que no era así, quería desenmascarar la verdadera razón de sus palabras y no solo las confesiones por bocas ajenas. Su opinión iba a ser una de las más importantes para el resto de mi vida en este maravilloso lugar, aunque ya lo hizo desde un principio.

Al no recibir ninguna respuesta de su parte, sonreí para mí misma y di media vuelta para darle la espalda y así poder dormir, o al menos, recapacitar sobre mi padre y la violenta forma de pelear contra otro de su misma especie.

—Date la vuelta y siéntate— protestó de forma ronca, colocando una mano en mi espalda y por encima de mi cabello liso.

Casi a regañadientes, obedecí su petición y esperé a ver que quería de mí. Me percaté de un objeto blanquecino en sus manos, parecido a una venda y a la mesita de detrás, un analgésico. ¿Qué tan rápido había sacado ambas cosas del cajón sin darme cuenta?

—¿Qué vas a hacer?— pregunté por una obviedad, y lo sabía—, no me duele, de verdad— me sobresalté viendo como sus manos venosas se acercaban de forma sinuosa a mi rostro.

Tras insistir e insistr por una eternidad, resultó ser inútil, ya que con su pulgar, pasándolo por debajo de mi nariz, tomó un poco de sangre la cual seguía cayendo debido al golpe.

Estuvo varios minutos quitándome la sangre de la nariz y parte de la mejilla ya seca, junto a un analgésico que tuve que tomar con un vaso de agua, pues sabía que terminaría con alguna cicatriz. Supuse que mi padre me arañó en el intento de golpearme, y con ello, a parte del daño, casi provoca que se cree una hemorragia, que idílico...

Durante el "tratamiento", Connor y yo no dejamos de lanzarnos alguna que otra mirada, algunas veces por la cercanía otras por la incomodidad de esta, y así mucho más, no terminaría nunca de describirlo.

Pero sentí, que cada día me acercaba más a él.

Atrapada por el AlfaWhere stories live. Discover now