Capítulo 20

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~León~

Una mantra de maldiciones sale de mi boca al momento en que me introduzco a la disco

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Una mantra de maldiciones sale de mi boca al momento en que me introduzco a la disco. La música, el calor y la sensación de que esto es muy mala idea me tienen desesperado.

Si bien es cierto que estoy consciente de que esto es un error, también está el hecho de que no me perdonaría si algo le llega a pasar a Gala. Con esto en mente, camino a pasos apresurados, todo lo que me permiten las personas, y miro a mi alrededor en busca de ella.

No hay rastros del engendro o no la logro vislumbrar debido al humo y la cantidad de gente amontonada en cada rincón. Me acerco a la barra y me siento en uno de los taburetes sin dejar de observar a todos lados.

El dolor de cabeza se agudiza por cada segundo que pasa, así como las ganas de mandar todo a la mierda e irme. No lo hago, una fuerza mayor me lo impide. Debo encontrar a Gala y sacarla de aquí a salvo.

Me levanto deprisa al vislumbrar cómo baila en medio de un grupo de hombres y algunas chicas. 

—¡Gala! —vocifero mientras empujo a algunas personas y me acerco hacia donde está.

Los movimientos de su cuerpo son erráticos y mantiene los ojos cerrados. El pelo se le pega en la frente y el cuello debido a los sudores que escurren de su piel. La ropa está hecha un desastre y está descalza.

Logro hacerme espacio y la halo de un brazo para luego caminar hacia la salida con ella a rastras. Pese a la manera tan brusca de hacer las cosas, no pone ninguna resistencia. Chocamos con algunos, también nos empujan y es una odisea llegar a la puerta.

Gala se suelta de mi agarre al momento en que salimos de la disco y camina hacia atrás, desorientada.

—¿Qué haces aquí? Pensé que no querías nada conmigo —dice con reproche.

—Y sigue siendo así, pero no podía dejarte en las condiciones que estás. Ven, te voy a llevar a la casa.

Doy algunos pasos hacia ella, pero retrocede tambaleante.

—No finjas que te importo —expresa moviendo sus brazos de manera dramática.

Esto hace que pierda el control y cae de bruces en el suelo. Me muevo con rapidez hacia donde está y la levanto entre quejas.

—Deja de comportarte como una niñita. Mírate, ¿qué demonios consumiste?

El verde de sus ojos no se distingue bien por la falta de iluminación, pero sí logro notar lo cansada y afectada que se encuentra. Su aliento alcoholizado me hace arrugar la nariz en desagrado.

—No eres mi padre, León, déjame en paz.

Ruedo los ojos y camino a pasos apresurados hacia el auto con ella a rastras, ignorando las quejas y maldiciones que vocifera.

Y llegaste tú © [Saga Tú: Libro 1] (Pronto En Papel)Where stories live. Discover now