— ¿Cómo conociste a Jimin?

La pregunta que mi jefe hace mientras nos encontramos en la parte trasera del vehículo, haciendo nuestro camino de regreso a la oficina, me saca de mis aburridos pensamientos y me obliga a apartar la vista de las calles para observarlo.

—Mi padre es contador y trabaja para el papá de Jimin desde hace más de veinte años. Con el tiempo se volvieron grandes amigos y, prácticamente, crecí junto a Jimin —le explico—. Los Park son parte de mi familia.

La indiferencia con la que recibe mi respuesta me hace sentir como un completo idiota; ni siquiera asiente con la cabeza, ni siquiera dice "ok", tal como acostumbra a responder a todo.

— ¿Usted cómo lo conoció? —Me atrevo a preguntarle, porque la curiosidad es más grande que el temor que siento por este tipo.

—Asistió a uno de los desfiles de Gucci hace unos cinco años, cuando yo presentaba una colección. Lo vi entre el público y lo quise como modelo para la firma, pero no aceptó. Para consolarme, supongo, me invitó a cenar y nos hicimos muy buenos amigos.

—Jimin tiene el don de la sociabilidad —comento con diversión.

—Ya lo creo.

Me sorprende que ellos sean tan buenos amigos, teniendo en cuenta que Jimin es dos años mayor que yo, pero mucho más pequeño que Seokjin. Sin embargo, a juzgar por la increíble química, confianza y comodidad que aprecié en ellos hoy durante el almuerzo que compartimos los tres, puedo afirmar que la diferencia de edad no es una barrera para su amistad.

Incluso puedo jurar que Jimin logra sacar a Seokjin de su zona de confort, mejor conocida como la seriedad y formalidad.

Una vez que regresamos al edificio, el jefe y yo nos adentramos en el ascensor para subir hasta la oficina. Cuando las puertas metálicas se abren, Seokjin aclara su garganta para hablar.

—Necesito que me pongas al teléfono a mi abogado en veinte minutos —comienza a decir—. Envíale un correo electrónico a Tom Ford y pregúntale si ya están en proceso las correcciones que pedí en mi traje para la fiesta. Lávate las manos y ve por café.

Freno en seco y mi ceño se frunce.

— ¿No era más sencillo pedirme café cuando estábamos abajo? —Murmuro, y un segundo después me doy cuenta de que he hablado muy fuerte.

Seokjin también se detiene y, con una lentitud que me pone los nervios de punta, se voltea hacia mí. Una sonrisa llena de falsedad se apodera de su rostro.

Estoy muerto.

—Oh, lo lamento, niño. Debería pensar más en ti y en tu comodidad, ¿no es así? —Comenta, ladeando la cabeza. Entonces, su expresión vuelve a ser la del mismo ogro de siempre—. No discutas conmigo y ve a buscar mi café.

Lo odio. Lo odio. Lo odio.

—Usted manda —contesto mientras asiento con la cabeza.

—Así es, yo mando.

— ¿Se le ofrece algo más?

—Sí, que te apures.

Y, entonces, él vuelve a girar sobre sus talones para continuar avanzando hacia su despacho.

Y yo, de pronto, me encuentro —nuevamente— pensando en mis adentros en miles de maneras de matar a este tipo sin que nadie se entere.

¡Su "vamos a llevarnos bien a partir de ahora" del carajo duró apenas tres malditos días!

La sensación pesada provocada por la arrogancia de mi jefe me acompaña en el corto trayecto que debo recorrer para conseguirle al ogro su tercer café del día. Cuando por fin estoy de regreso, no puedo separarme del fastidio que se ha pegado a mis expresiones faciales como si fuese un chicle.

"Tendencia + Torpeza" (Adap.) «JinKook»Where stories live. Discover now