Carta

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Childe sonrió mientras leía la carta que Zhongli le había entregado esa misma mañana, la delicada y elegante caligrafía del consultor impregnada en tinta sobre el fino papel. Los trazos parecían haber sido hechos meticulosamente, tan impecables que solo las manos de alguien experto podría hacer. Y bueno, tenía sentido de que la letra de Zhongli fuera de esa forma. Él había vivido por más de seis mil años, había tenido el tiempo suficiente como para hacer de su letra algo digno de admirar.

O quizás... Childe era un poco simp.

La simple idea de que Zhongli le hubiera estado esperando a las puertas del Banco del Reino del Norte solo para darle un sobre con una misteriosa carta en su interior, le hacía sonreír tontamente, las comisuras de sus labios curvándose hacia arriba sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.

Había terminado todo el aburrido papeleo desde hacía bastante, y la carta de Zhongli también había sido leída desde hacía la misma cantidad de tiempo. Pero ahí seguía, sentado en la silla detrás del escritorio de su oficina sin percatarse de que Ekaterina se encontraba llamando a su puerta.

—¿Señor Tartaglia? —Childe salió de su pequeña burbuja, regresando a la realidad mientras alzaba la cabeza. La puerta seguía cerrada, cosa que era natural teniendo en cuenta la falta de respeto que sería abrirla sin permiso. Childe carraspeó, doblando el papel con cuidado y colocándolo debajo de unos documentos. Se preparó para recibir a su subordinada, dándose unas palmaditas en las mejillas y colocando una expresión seria.

—Adelante —a los pocos segundos de dar el visto bueno, Ekaterina entró a la habitación, sujetando varios papeles en su mano derecha.

—Siento interrumpirle —empezó a decir la chica, manteniendo su mano izquierda en el pomo de la puerta—. Quería preguntarle si tiene los documentos de hoy.

Childe se levantó de su asiento, cogiendo los papeles a los que se refería la chica y dirigiéndose hacia ella. La carta quedó al descubierto, doblada sobre la mesa. Ekaterina no pareció darse ni cuenta, probablemente demasiado atabalada con su trabajo como para preocuparse de husmear en la oficina del undécimo Heraldo y arma de la Tsaritsa.

Ekaterina se despidió de él sin perder mucho tiempo, marchándose a los pocos segundos por donde había venido. Childe miró la hora en el reloj que colgaba de la pared, viendo como su horario ya había finalizado, siendo ya mediodía. Justo a tiempo.

Regresó a su escritorio para recoger la carta de Zhongli, guardándola en el interior de su chaqueta y marchándose del banco sin mediar palabra con nadie, siendo observado con curiosidad por los clientes y los propios trabajadores. ¿Se le notaría su sonrisa de emoción? No lo sabía, y tampoco estaba seguro de si quería saberlo.

En cualquier caso, tenía muchas cosas que hacer.

Aether suspiró satisfecho mientras se marchaba de la terraza del restaurante Wanmin, Paimon flotando a su lado imitando su acción, dando algunas palmaditas en su propio estómago. Xiangling les había hecho probar algunos platos nuevos que quería implementar al menú, y por lo visto Chongyun se había negado rotundamente a hacer tal cosa por miedo a los chilis jueyun o a la posibilidad de que el ingrediente principal fuera slime.

La comida había estado deliciosa, y encima, les había salido gratis. Fueran cuales fueran los ingredientes, les traía sin cuidado.

—¡Paimon no cree poder comer nada más en dos semanas enteras! —exclamó la pequeña a su lado, sonriendo alegremente. Aether sonrió, despidiéndose de Xiangling con la mano; girándose para mirar al frente.

—Dices eso pero dentro de una hora querrás que cocine algo —le contestó sin dejar de sonreír. Paimon puso cara de indignación, ahogando un grito para carraspear sonoramente.

𝙕𝙝𝙤𝙣𝙜𝙡𝙞 𝙭 𝘾𝙝𝙞𝙡𝙙𝙚 [ 𝙊𝙣𝙚 𝙎𝙝𝙤𝙩𝙨 ]Onde histórias criam vida. Descubra agora