Reí con alivio. — No sabía cómo decírtelo sin sonar como una tonta, pero ahora me alegra saber que lo sabes y estamos bien.

(...)

Podía ver la sala de juntas desde mi pequeño sillón blanco, la figura de Adam estaba levantada, apoyada sobre un robusto mueble blanco, sus largas piernas y sus brazos se encontraban cruzados, cada vez que sus labios se movían podía ver la tensión que se generaba en el rostro de su padre, Victoria, Morett, y la mayoría de su familia. El padre de Adam se levantó y se acercó agresivamente a Adam, su rostro estaba prendido en llamas y movía su dedo índice como loco apuntando al resto de la sala y luego a él mismo, Ad se mantuvo quieto y podía jurar que sonrió tal como siempre lo hacía, con soberbia y sarcasmo. La mirada de Adam se desvió un poco hacia el grande cristal que nos separaba y me sonrío rápidamente.

—Las cosas ahí dentro se ven bastante tensas, ¿no cree? — una de las chicas asistentes se encontraba a mi lado— hace mucho no los veía discutir.

— ¿Quién crees que gane? — me miró con cierto atisbo de miedo — Apuesto por Victoria y Adam.

—Señorita, a esta altura, cualquiera de ellos dos destrozaría el uno al otro. Hace diez minutos entre a servirles agua, el señor Adam nos pidió no servir café por si a alguien se le ocurría tirárselo al otro en la cara.

Ambas reímos en silencio y nos quedamos observando el resto de la situación, íbamos haciendo apuestas de quien saldría primero de la sala y quién le seguiría. Obviamente todos ganamos al apostar que Adam saldría primero dejando a todos solos y entre discusiones con Victoria tranquilizando a todos.

—Ven a mi oficina, Ems.

—A la orden, mi capitán.

Me mantuve a la mitad de su blanca oficina después que Ad cerrara la puerta apoyándose contra ella, se mordió el labio inferior mientras sonreía con ese aire soberbio de siempre y se mantuvo bastante quieto antes de pronunciar algo.

— ¿Qué hiciste, Jonas?

—Reformula la pregunta, Wiley.

Crucé los brazos con seriedad. — ¿Qué no hiciste ahora, Adam?

—Siempre tan inteligente. — se acercó con delicadeza hacia mí, posó sus manos sobre mis caderas y ejerciendo presión me hizo caminar de espaldas hasta chocar en su escritorio — Digamos que Vicky y yo encontramos unos errores con las acciones testamentadas que mi abuelo dejó en su testamento, lo analizamos con el abogado de la familia y un juicio, y en resumen, el último testamento me nombraba como sucesor directivo y accionista mayoritario del 50% de la empresa, del resto de las acciones, algo así como un 15% no estaban en el testamento final, junto con varios títulos de la mesa directiva, nadie se había dado cuenta, compré un 10% de esas acciones para mí, vendimos los otros 5%, y los compramos bajo tu nombre. 

— ¿Hiciste qué?

— Es momentáneo y te ayudará a pagar la escuela.

— ¿Me usaste para enojar a tu familia una vez más?

—No te usé, usé tu nombre, ellos saben que las compre yo, y me los quito de encima un rato.

—A ver, déjame ver que te entiendo, ahora eres 60% accionista, y 5% pasivo accionista por medio de mí, al mismo tiempo eres directivo, pero la mesa directiva va a seguir manejando todo perfectamente incuestionable bajo tu régimen porque no hay forma de quitarte más que con la misma junta, pero ya no es la junta de tu familia, y ahora son algunas personas diferentes.

—En pocas palabras, algo así, es correcto.

— ¿Y eso es... para qué?

—Para que pueda regresar a casa contigo y dejar de pensar en Nueva York un tiempo, quizá planear con tiempo las cosas de las que hablábamos ayer, buscar una universidad para ti, remodelar la mansión, comprarte un auto, deshacernos de la Casa, de Garden, y que puedas volver con tu padre. Primeramente, lo último, sobre las demás cosas.

ADAM - en edición.Where stories live. Discover now