59: Mal presentimiento

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La menor sonríe y coloca una de sus manos en el pelirrojo cabello del chico mientras besa su panza.

-Están todos bien, ¿ves?

Ylenia asiente levemente, y él se acerca para dejar un beso duradero en los labios de su chica.

-Te quiero...- murmura ella.

-Fred- una voz interrumpe el bonito momento de la pareja, captando la atención de ambos, que miran a través del ventanal a George -, ¿puedo hablar contigo un segundo?- mira un segundo a su cuñada y vuelve la mirada a su gemelo -. Es importante...

El mayor asiente, se gira hacia la embarazada y deja un beso en su frente.

-Voy a recoger esto- ella asiente, se separa se su chico con una sonrisa y comienza a recoger el destrozo que Fred había hecho en la cocina.

Después de recoger aquello, la chica mira a los hermanos Weasley, que se encuentran hablando con templante serio y cara de preocupación.

Sin meterse en la conversación, sale de la cocina y se dirige hacia el baño.


Después de aquella ducha caliente, sale del baño, dirigiéndose a la habitación con un vestido verde militar, donde se apreciaba y se ceñía a su barriga de embarazada.

Cuando entra, Fred está sentado en la orilla de la cama, rascándose nerviosamente los muslos, al ver su silueta, sonríe levemente.

Ella le devuelve la sonrisa, caminando hacia el armario para agarra una chaqueta y un pequeño bolso negro.

Deja las cosas sobre la cama y observa a su pelirrojo, que lucía levemente nervioso y con el ceño fruncido.

-Amor- lo llama, con una voz tranquila y dulce -, ¿qué te pasa?

El Weasley sube la comisura de sus labios, intentando sonreír.

-Nada, cielo, sólo...- traga duro y la mira detenidamente -. No me pasa nada.

Ylenia camina hacia él y apoya las manos en sus hombros.
-Tienes mala cara- admite -, si pasa algo, puedes decírmelo.

-Sí..- asiente, y agarra sus piernas para sentarla sobre una de sus piernas -. No me pasa nada, cariño, sólo estoy algo cansado, ¿sabes?

-¿Cansado?

-Sí.. me he levantado muy temprano hoy..

-Fred, te has levantado a las una del mediodía- suelta una risa y el hace una mueca.

-Pues eso... muy temprano- vuelve a decir, alzando la mirada para verla, observando que se había maquillado levemente el rostro -. ¿Dónde vas?

-Quería a casa de mi abuelo, hace una semana que no voy y quiero ver cómo está... algo me dice que mi presentimiento es por él.. quiero ir a ver si está bien..

-No.

-¿Qué?- pregunta, confusa -, ¿no, qué?

-Que no vas a ir a ningún sitio.

-¿Qué estás diciendo, Fred?- vuelve a preguntar en el mismo tono, frunciendo el ceño esta vez -. No te entiendo.

-Que no vas a ir a casa de tu abuelo, Ylenia- murmura -. Ni a ningún otro sitio.

En su voz podía notarse la pena con lo que lo decía, aunque intentaba sonar serio, pero la situación podía con él.

Fred se levanta, obligándola también a ella a levantarse.

-Perdóname, mi amor- susurra.

-¿Qué te perdone por qué? Me estás poniendo nerviosa...

-¡Fred!- la voz de George se oye desde la sala - ¡Remus acaba de mandarme un patronus!, ¡los mortífagos ya llegaron, tenemos que irnos!

Al oír aquello, Ylenia intenta salir de la habitación, pero él la frena agarrándola por los hombros.

-¿Que han llegado donde?- pregunta con preocupación - Suelta- ordena pero Fred no la obedece -. Fred, que me dejes salir.

-No- eleva la voz, causando que ella lo mire con confusión -. No vas a ningún sitio, ¿me oyes?- habla con el ceño fruncido mientras ella niega con la cabeza.

-Fred- advierte -, déjame salir.

-¡Que no!- grita, tomándola por sorpresa, ella suelta un quejido.

Anda hacia adelante con ella agarrada hasta dejarla en el final de la habitación y sale rápidamente, ella corre hacia la puerta, pero es tarde, porque él ya la ha cerrado.

-¡Fred!- grita, dando golpes en la puerta -, ¡maldita sea, ábreme!

-¡No, no te abro!- grita de vuelta -. Te tienes que quedar aquí, ¡entiéndelo!- oye como su hermano le mete prisa y suspira.

-¡No, no lo entiendo!

-Perdóname, cielo- dice, pegando la mano a la puerta -. Entiende que esto es lo mejor, no puedes venir.

-¡No hagas eso!- grita la castaña mientras Fred hechiza la puerta -, ¡Fred, no!

-Prometo volver- suspira -, te amo, Elizabeth.

-¡Fred!- sus golpes en la puerta cada vez son más fuertes, mientras él se alejaba de la puerta - ¡Fred!- esta vez solloza.

Había caído en la cuenta de donde estarían los mortífagos.

En casa de su abuelo.

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