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Minjeong

—¿Otra vez, Minjeong?

—¿Qué? Me apetece verla...

—Pero no deja de rechazarte, ¿es que no te cansas? —preguntó Ningning riendo.

—No me rechaza, me ignora. Son cosas muy diferentes —comenté mientras me cruzaba de brazos.

—Peor aún, eso es que le da igual —le di un golpe a mi amiga en el brazo tras escuchar aquello.

—No le da igual, créeme...

—Lo que tu digas, Min.

Me senté en el banco que había en el jardín del campus y suspiré. Mi amiga se sentó junto a mí.

Sí, era cierto. Quizá llevaba varios meses detrás de Karina pero ella, a los ojos de media universidad, me ignoraba como si fuera un ser invisible. No es que me me odiara ni mucho menos, esta historia era mucho más compleja de lo que parecía. En resumen, Karina y yo éramos muy distintas. El agua y el aceite. Karina era el prototipo de chica perfecta por la que todo el mundo se moriría por salir, sin embargo yo era la chica que se sentaba al final de la clase por vergüenza a que me preguntaran dudas que no iba a saber responder. Yo me moría en secreto por salir con ella, al igual que cualquier chico del instituto, sin embargo ella tenía otros planes en mente.

Ningning no lo sabía, creo que nadie lo hacía, pero Karina y yo nos estuvimos viendo estas últimas semanas. La primera vez que la vi tuve un flechazo por ella al instante... Fue en aquella sala de estudio. Nadie iba a esa sala porque solía ser ruidosa ya que daba al patio principal y a los estudiantes les molestaba bastante en la concentración, pero aquel día no había más salas disponibles y en vez de irme quise quedarme allí. Al rato apareció ella y me preguntó si podía compartir la sala con ella. Jamás olvidaré el primer momento que nuestros ojos se cruzaron.

Las primeras dos veces fueron graciosas, casi de casualidad, siempre coincidíamos en la misma sala de la biblioteca y me agradaba su compañía aunque fuera en silencio. Pero uno de esos días me armé de valor para hablarle.

Todo iba bastante bien hasta que apareció Soobin, su novio. O mejor dicho, su actual ex novio. Prácticamente se la llevó a rastras de allí, pero aún así cada día a la misma hora nos encontrábamos en aquel lugar y transcurridos los días fuimos entablando conversaciones. Comenzó con frases cortas, intentaba sacarle alguna risa, lo que fuera... No había un tema de conversación concreto, simplemente comentábamos cosas, lo que estudiábamos, el libro que estábamos leyendo, cosas sobre nuestro futuro académico.

Yo la veía y la notaba cómoda, su rostro transmitía paz y aquello me relajaba a mi también. Sentía que podía haber una mínima posibilidad de que pudiera existir un nosotras.

El problema de todo esto es que aquello me llenaba de serotonina, el simple hecho de verla una hora al día me hacia la persona más feliz del planeta, pero ella, como era de esperar, no pensaba igual. No sabía por qué pero siempre que nos veíamos fuera de aquella sala de estudio Karina se volvía fría, distante, como si jamás me hubiera visto en su vida.

No quise contarle nada a Ningning porque si ya era ridiculo que creyera que iba detrás de la gran Karina y ella me ignoraba, imaginad si le digo que somos una especie de "amigas en secreto" pero que le da vergüenza y ni siquiera se digna a saludarme.

Hoy era día de ir a la sala de estudio de la biblioteca. Estas últimas semanas no estaba tan animada de ver a Karina, quizá sean los exámenes, la fuerza de los trabajos o simplemente que me estaba empezando a cansar. Quién sabe.

Llegué hasta la salita y me senté. No pasaron más de tres minutos cuando noté a Karina entrando a la habitación y yendo directa hacia nuestra sala. Sabía que me hablaría como si no me hubiera ignorado completamente estos últimos días y esta especie de rutina continua comenzaba a agotarme. Necesitaba que me dijera que ocurría, por qué se comportaba así.

la pequeña salita de la biblioteca - winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora