10. Stephanie: Primera vez frente al mar

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Stephanie nunca había visto el mar. Había visto fotos y había visto videos, pero nunca había visto el mar en persona. Y ahora que lo veía directamente, parada en la arena de la playa, no podía dejar de sentir decepción. Había esperado algo más impresionante.

Sí, por supuesto que era vasto y que sonaba mucho y que las olas eran cautivantes. Pero de alguna manera había pensado que sería una experiencia que le cambiaría la vida. Sí, por supuesto que recordaría ese día para toda su vida, aunque eso se iba a poder deber a una serie de razones. Desde el detalle de que ese día fue la primera vez que alió de la colonia a la calle, también fue el día que vio por primera vez en persona a un zombi. Estar ahí parada frente al mar de pronto ya no se sentía tan revolucionario.

A Naomi sí parecía haberle impresionado. Estaba parada en la arena con la boca abierta mirándolo todo: El mar que iba y venía, la arena que se extendía por todo el litoral, las gaviotas que pasaban volando, los muertos vivientes que se les acercaban de todos lados... Toda la escena.

Quizás por eso la inmensidad del mar no impresionaba a Stephanie tanto: Porque incluso aquí, en un lugar tan alejado y distinto al mundo que ella había conocido toda su vida, la amenaza final seguía siendo la misma. Los zombis aun estaban ahí, acercándoseles de todos lados.

"¿Estás loco?", le preguntó el hombre que acababan de conocer a Cristian. "Si construyo un muelle aquí, en una semana tendré a quince familias de vagos viniendo específicamente a esta playa a embarcarse. No, no. Uso esta playa porque es tranquila y porque no hay gente. Si hay gente, más bulla va a haber, pues. Y yo no quiero eso"

Cristian resopló a través de una sonrisa. Se volteó hacia Stephanie y le hizo un gesto que ella no llegó a entender. Era una especie de sorpresa con un interés casi científico por lo que estaba apreciando. Stephanie estaba más preocupada por los zombis que se acercaban de distintas direcciones que el método del pescador de embarcación.

Stephanie de pronto cayó en cuenta de que su hija estaba sosteniendo su mano con tranquilidad. Observaba el mar y todo lo que había en la playa, pero no parecía estar nerviosa o ansiosa por el hecho de estar rodeados de cadáveres putrefactos que caminan. Estaban aun lejos, pero era cuestión de tiempo para que los rodearan y los tuvieran atrapados.

"Entonces, no entiendo qué es lo que va a pasar", comentó Stephanie nerviosa y ansiosa. "¿Cómo vamos a salir de aquí?"

"Tranquila, tranquila", dijo el pescador sonriendo.

Se trataba de un hombre de unos 50 años en muy buena condición física y pelo corto. Estaba vestido solamente con un pantalón que le llegaba a la rodilla y nada más. No llevaba zapatos ni camisa. Su piel era oscura, seguramente por estar bajo el sol todo el día. Además, parecía maltratada. Éste era un hombre que había tenido una vida difícil y dura.

Aun así sonreía.

"Mire, señorita, esto es lo que vamos a hacer. Ahí está mi bote, ¿lo ve?", Leandro señaló a un pequeño bote de madera a remos que estaba en la arena, siendo acariciado por las olas que iban y venían. Era pequeño. Apenas podría llevar a dos personas más el pescador. "Ustedes se suben, yo empujo el bote hasta que pase las olas y de ahí me subo y remo hasta mi lancha. ¿La ve allá adentro?"

Más adentro, a unos 200 metros de la orilla, podía ver un bote de madera similar, pero más largo y con un asta al medio y otros palos que iban de un lado a otro de la embarcación. Stephanie asumió que se trataba de lo necesario para poder levantar velas e ir más rápido de tener el viento necesario.

"Ahora está anclada, pero esto es lo que vamos a hacer. Vamos a ir a ese bote y dejaré el más pequeño ahí anclado y nos iremos en el grande. Nos iremos todos hacia el norte, al destino que Teresa me ha indicado. Sí se puede hacer. No hay problema. Ustedes tranquilos.  Lo hago todo el tiempo"

Réquiem por TrujilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora