Capítulo 30: El aviso

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Albert Colt llegó al Complejo Maddison cinco minutos antes del horario estipulado. Por medio de un correo electrónico le habían enviado las indicaciones de manera muy precisa de todas las labores que iba a ejecutar en dicha empresa.

Como abogado financiero del área de trabajadores debía establecer las premisas y revisar minuciosamente los contratos de cada uno de los integrantes, con la finalidad de que no hubiesen errores y/o papeleo ilícitos. Era una labor fácil para él y lo mejor de todo es que tendría a su amigo Lukas Trent ayudándole. Además, el pago era muy generoso y podría estar tranquilo en los próximos meses que se avecinaban.

Con elegancia, aparcó el auto en el estacionamiento y al bajar del mismo se pasó una mano por el escaso cabello y sonrió ante la costumbre de aquel ingrato gesto.

Le encantaba llevar el cabello largo pero luego del accidente se dijo que su vida debía dar un giro completamente. Y al parecer, el universo le sonreía. Se había puesto un traje ajustado color negro azabache que combinó con una corbata del color de sus ojos: azul lapislázuli.

Caminó por el sendero hasta la entrada principal. De inmediato, se percató que habían cambiado las cosas. Justo en la entrada, flanqueando ambos lados de la puerta de cristal,  habían dos guardias de seguridad con una mirada tan dura que Albert no dudó en cuestionarse quién tendría la osadía de provocar un nuevo alboroto como el ocurrido semanas anteriores.
 
—Bienvenido señor. ¿Hacia donde se dirige?

La voz del guardia era gruesa y metálica.

—Buenas, soy Albert Colt, abogado financiero contratado por Leonard Maddison.

El otro guardia miró el papel que tenía en el costado y hojeó con mirada rapaz la lista de nombres que se enfilaban por más de cuatro columnas.

—Albert… Albert… —repitió en el proceso de búsqueda.

El sol resplandecía muy inclemente y el traje comenzaba a provocar una ligera comezón en la espalda de Albert. Perder el tiempo no estaba entre sus prioridades.

—Listo, Albert Colt. —contestó el guardia al fin.

El otro, colocó un instrumento largo sobre los pies de Albert, y lo deslizó hacia arriba mientras el mismo emitía un ligero sonido. Asintió y luego, se apartó un poco para que el recién llegado pudiera entrar.

Albert lo hizo en silencio y tras pasar el umbral sintió como el frío le rodeó inmediatamente. Era paradójico el cambio de temperatura que había por escasos centímetros. Se aproximó a la recepción.

Tuvo un dejhávu.

Recordó la primera vez que había pisado aquellas formidables instalaciones y no pudo evitar rememorar como casi había perdido la vida allí.
Al llegar a la recepción una joven distinta también a la anterior, le sonrió con evidente interés.

—Buenos días, bienvenido al Complejo Maddison, ¿en qué puedo ayudarle?

Albert explicó lo que le habían enviado por correo electrónico y ella revisó las instrucciones de cabo a rabo por lo que en menos de diez minutos le había impreso un carnet dónde se titulaba como abogado financiero temporal de la empresa.

La joven le comunicó dónde se encontraba la oficina y le brindó el número de la central de recepción por si había alguna duda. Él sonrió y mostró sus blanquecinos dientes. Mientras que ella pestañeó con mirada soñadora.

Albert se alejó y llamó el ascensor. No pudo evitar sentirse orgulloso y sumamente feliz. Tenía un nuevo y prestigioso trabajo y lo mejor de todo era que estaría muy cerca de Alissa Maddison.

Entró en el cubículo y empezó el ascenso. Despejó la mente y se concentró aunque el rostro de ella aparecía a cada instante.

Pulsó el teclado digital y esperó. Se dirigía al piso 6.

Los segundos transcurrieron en silencio. La puerta metálica se abrió y el nuevo corredor apareció ante él con su gran majestuosidad.

Recordaba el piso de la última vez con pesar porque era un lugar muy frío e inmaculado. Éste en cambio, era totalmente cálido y reconfortante. Cerca del ascensor había una pequeña estación de madera y tras la cual una mujer, de aspecto mayor y cuyo cabello amarillo le llegaba hasta los hombros, laboraba cerca de un computador.

Cuando ésta levantó la mirada y observó a Albert Colt, frunció el ceño.

—¿A la orden joven?

Albert giró en redondo y se acercó.

—Mucho gusto, soy Albert Colt el nuevo abogado financiero.

—¡Ah! ¡Usted es el otro abogado! —su voz subió unos cuantos tonos más.

El interludido le miró con expresión confusa. La recepcionista captó la señal y le hizo un ademán exagerado con su mano derecha.

—Su colega, el señor Lukas Trent ya está ubicado. Pasillo 1, cubículo 2-A.

Y para sorpresa de Albert, siguió tecleando con ferocidad mientras miraba la pantalla del computador.

Él se encogió de hombros y se enfiló por el corredor. Habían múltiples puertas de lado a lado con numeración ornamentada. Siguió el angosto pasillo hasta que halló una puerta con el dígito que le había dicho la ofuscada secretaria.

Tomó el pomo de la puerta y abrió.

Cuando su campo visual había quedado completamente despejado por la puerta, la silla giratoria ubicada detrás del escritorio se dio la vuelta y entonces el rostro de Alissa Maddison apareció ante sí.
Los ojos de Albert se abrieron como platos. La sorpresa había sido totalmente impredecible.

Por su parte, Alissa se levantó rápidamente del asiento y un vestido negro ajustado a su esbelta figura se implantó en el entorno de él. Ella le rodeó y Albert vio como su cuerpo se movía incesante. Le pasó por un lado y el se quedó confundido en su puesto mientras le observaba con interés absoluto.

Cerró la puerta y pasó el pestillo.

Se giró y su cabello ondeó en el proceso.

Él había esperado una escena muy diferente. Pensó en abalanzarse sobre ella y hacerla suya encima del escritorio. Sin embargo, las palabras de Alissa Maddison fueron totalmente distintas a lo que él se imaginaba.

—Albert, tenemos que hablar. Estás corriendo un grave peligro. Debes ponerte a salvo.

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