Prefacio: El inicio de todo

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Prefacio

El inicio de todo

La puerta se abrió con suma delicadeza y una ráfaga de viento acarició mi rostro.

De inmediato, mis terminaciones nerviosas se activaron y sentí como mi piel se erizaba cuando te vi en el umbral de la puerta, casi desnudo. Llevabas una toalla blanca alrededor de tu cintura. Tu cabello empapado dejaba caer pequeñas gotas que rozaban tu pecho y abdomen... resbalando más allá de tu tonificado cuerpo.

Era el camino hacia el infierno. Mi infierno.

Me estremecí y desvié la mirada, enrojecida.

—¿No te gusta lo que ves?. —preguntaste mientras te acercabas, sigiloso.

Respiré hondo y contuve el aire en mis pulmones. Mi cuerpo ardía y mi entrepierna comenzaba a mojarse.

Sabía lo que iba a suceder.

—Debes irte, Albert —susurré mirándote inexpresiva.

Estaba utilizando todas mis fuerzas para bloquear cualquier pensamiento inoportuno. Un leve temblor muy placentero ascendía por mi vientre y se extendía más allá de mi cuerpo, en las zonas más recónditas... más impenetrables.

No te importó. Tu sonrisa me lo había demostrado en aquel momento. Tus afilados y blanquecinos dientes asomaron por entre las comisuras y entonces sin poder darme un minuto para aprobar, por lo menos, aquella tortura... te quitaste la toalla.

La puerta del infierno había sido abierta.

Estabas desnudo completamente. Tu órgano genital estaba tan erecto que podía ver cómo imploraba estar dentro de mí. Se movía incesante una y otra vez.

Me detuve y te miré directamente, sin mediar palabras. Pero ya era demasiado tarde.

Tú ya tenías el control de todo. Y no había vuelta atrás.

Te acercaste a mi cama excitado. Colocaste ambos brazos sobre la colcha, surcado de músculos y múltiples tatuajes; luego, como un animal salvaje te impulsaste hacia mí con lentitud.

Mi respiración se entrecortó y sentí que el calor de la habitación aumentaba más y más.

<<Hola, infierno, aquí estoy de nuevo>>, pensé.

Estabas a unos centímetros de mí. Respiré tu aliento fresco y dulce.

—Déjame hacerte mía —suplicaste con fiereza mientras me rozabas con tus labios.

Te miré con malicia y te sonreí. El agua que escurría de tu piel me tocó y pude notar como me sentí aún más húmeda.

Asentí en silencio, te rodeé con mis brazos y me dejé llevar.

—Siempre he sido tuya, Albert —te susurré al oído.

Y entonces todo, absolutamente todo, se encendió como una quimera.

Secretos de una ninfómana 🔞 (Completo)✅ (En físico) 😍Where stories live. Discover now