Capítulo 12: Truth and Consequence

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Severus corrió lo más rápido que pudo, con los músculos protestando por este trato inusual. Necesitaba desesperadamente llegar a Hogwarts antes que el director. Ahora que era libre, no quería arriesgarse a estar de nuevo bajo el control de ese hombre. Pero todas sus posesiones mundanas estaban en su habitación y no había manera de que pudiera sobrevivir sin ellas. Severus atravesó la puerta principal, demasiado apurado como para intentar escabullirse. Bajó prácticamente volando las escaleras hacia las mazmorras, con la varita preparada todo el tiempo.

Al doblar la última curva del pasillo que albergaba sus aposentos y su laboratorio personal, vio una figura, con la cálida luz de las antorchas parpadeando sobre un rostro severo. Severus no sabía si podía confiar en la mujer que estaba apoyada en la pared de piedra frente a su entrada, así que aminoró la marcha y se acercó con cautela.

Minerva nunca había parecido del tipo que participa en actos tan atroces, pero después de tantos años de ser utilizado y abusado, Severus no sabía en quién confiar. Por suerte, la mujer parecía esperar su desconfianza, con su varita en el suelo entre ellos. Severus la miró con recelo mientras se inclinaba, con la varita apuntando entre sus ojos, y recogió su varita, guardándola en el bolsillo.

-¿Por qué estás aquí?- preguntó Severus, con los ojos entrecerrados.

La cara de Minerva pareció tensarse aún más, sus ojos eran rendijas apenas visibles y su boca nada más que un tajo en su pálida piel. -Sabía que volverías a recuperar tus pertenencias, puse a los elfos domésticos del colegio en alerta para que me avisaran si el viejo blaigeard volvía-. Severus rara vez había escuchado a Minerva usar su idioma nativo, el gaélico escocés, y estaba seguro de que lo que acababa de decir no era un cumplido por el veneno en su tono.

Severus asintió, manteniendo los ojos fijos en ella mientras abría la puerta de sus aposentos. Minerva entró en la habitación, llamando a un par de elfos desconocidos para que empezaran a empaquetar las pertenencias de Severus. Minerva indicó a los dos elfos que permitieran a Severus empacar su propio laboratorio de pociones.

Él se quedó allí, observando cada movimiento de la mujer mientras dirigía el embalaje como una orquesta. Severus sabía que si ella quisiera podría acabar fácilmente con él, con varita o sin ella. Minerva, como su tocaya, era una guerrera hasta los huesos y no necesitaba más que su mente y su fuerza de voluntad para derribar a cualquiera.

Pero aquí estaba ella, haciendo lo que podía para protegerlo. Severus sabía que, pasara lo que pasara, Minerva se quedaría en el colegio, ya que su preocupación por los niños a su cargo prevalecía sobre el odio que pudiera sentir hacia el actual director. En ese caso, ella haría todo lo que estuviera en su mano para destruir a Dumbledore desde dentro de los muros en los que él creía estar más seguro.

Severus no era tan valiente como ella, nunca lo sería y lo único que podía ofrecerle era el consejo de hacer un pacto con Pomona y Filius, ya que eran los otros dos miembros del personal que Severus estaba seguro de que estarían igual de indignados por las acciones de Dumbledore y ambos serían lo suficientemente valientes como para adoptar una postura. Severus nunca había pasado tiempo con sus colegas, las ataduras a las que lo sometió Dumbledore no le permitían acercarse a nadie, así que no sabía quién más era de confianza.

También le ofreció sus servicios, dispuesto a enviarle a ella y a cualquiera de su confianza pociones purificadoras, ya que estaba seguro de que el viejo cabrón no tendría reparos en dosificar a cualquiera para salirse con la suya. Ella aceptó, diciéndole que se la enviara con un hechizo de compulsión en la carta para asegurarse de que se la bebiera. Esta confianza fue lo que finalmente le permitió darle la espalda y comenzar a empacar, reuniendo rápida pero delicadamente la plétora de equipos y suministros de pociones que tenía. Dumbledore, pensando que Severus nunca podría escapar, lo había mantenido abastecido con una sobreabundancia de ingredientes raros y costosos. Muchos eran ilegales y la única razón por la que Severus se molestaba en tomarlos era porque prefería que estuvieran fuera del alcance de Dumbledore.

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