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oriana;

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oriana;

Varios recuerdos empiezan a aparecer por mi mente cuando lo tengo al frente de mi. Trato de disimular lo más que puedo ya que Marta está a mi costado. Cuando nuestras miradas se topan, rápidamente miro a otro lado.

—¡Eric!—habla sorprendida Marta a mi costado—No sabía que iban a venir a grabar tan rápido a La Masía.

El chico le sonríe muy amigablemente y se acerca hacia nosotras, dejando atrás a la producción.

—Buenas tardes Marta—le saluda con dos besos a la mujer que se encontraba a mi costado para luego mirarme a mi con una sonrisa, pero no me dice nada.

Trato de mantener la compostura y le devuelve el gesto para luego mirar a la mujer que me había apoyado desde que tengo uso de razón.

—Oriana, sube al cuarto piso que luego voy por ti—me dice completamente seria.

Rápidamente asiento con la cabeza y salgo a paso veloz de la cafetería sin mirar atrás.

No podía creer que él esté de vuelta.



"Ya era hora de dormir y yo estaba peinándome el pelo al frente del pequeño espejo que había en el baño del piso donde se encontraba mi habitación. No había nadie a esa hora por los pasillos, además de que mi habitación se encontraba en el ala desalojada de La Masía.

Nadie solía venir por acá a menos que sea Joan, Marta o yo. Ni Olga sabía dónde encontrarme cuando me olvidaba algo en la cafetería, por lo que tenía que esperar a la siguiente comida para poder dármelo. Por ello, solía saltarme la hora de dormir y darme el lujo de ir a caminar por esos pasillos que nadie solía venir a visitar.

Y es que la vista desde ese lugar era simplemente extraordinaria y el silencio era paz para mis oídos.

—¿Quién eres tú?—escuchó la voz de un niño a mis espaldas y la preocupación empieza a aparecer.

Sin pensarlo mucho, volteo y me topo con un niño de cabello castaño un poco largo y ojos marrones.

—¿Qué haces aquí?—le respondo con otra pregunta y el niño se cruza de brazos.

—Yo también me preguntó lo mismo de ti—me dice serio—Se supone que no hay niñas en la escuela, voy a decirle a..

Antes de que el niño pudiera seguir hablando, me acerco rápidamente hacia el para evitar que hiciera algo. La señorita Marta había sido bastante clara cuando dijo que ningún niño debía verme.

Si eso pasaba, me trasladarían a otra casa.

—¡No le digas a nadie!—exclamo causando que el niño se sorprenda—Por favor, nadie puede saber que estoy acá.

El niño me examina de pies a cabeza por varios segundos hasta que se digna a hablar.

—Esta bien—me responde—Con una condición: también podré venir a esta parte del club cuando quiera.

FEARLESSWhere stories live. Discover now