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No tuvo otra opción.

Dejarlo con vida sería un riesgo, y no estaba dispuesto a correr ninguno en este momento.

-Si tan solo hubieras ocultado mejor tus expresiones- Dijo dejando el cuerpo en medio del bosque; en la noche los lobos se encargarían del hombre.

La decisión de darle un disparo en la cabeza la tomó en el momento que vio la mirada del médico. Lo supo en sus ojos, el desprecio y el asco que reflejaban, posiblemente a apenas se fuera lo denunciaría por trata de omegas.

Tras volver a la mansión se encontró con Oesnik.

-Mañana me deshago del auto, señor- Dijo tras ver al alfa sentarse y dejar caer su cabeza sobre la mesa de la cocina.

-Gracias- Murmuró.

Dejó una taza de Té frente al castaño y tomó asiento frente a él- ¿Qué dijo del estado del omega?

Levanta la cabeza y la apoya sobre sus brazos que se encuentran cruzados- Hydra lo destrozó, jamás va a poder tener cachorros. Le sacó algunas muestras, creó que las mandaré a un laboratorio- Miró la taza- ¿Flor de cerezo?- El mayordomo asintió- Cuando bajábamos la escalera me dijo que si seguía James podría morir, como si yo le hubiera hecho eso- Tomó un largo sorbo de té- Cómo si un Alfa defectuoso como yo pensara en eso.

-Señor.

-Es la verdad- No dejó que el mayordomo terminara-Al menos mi padre murió sin saberlo. Un alfa asexual es una aberración a la naturaleza por dónde se vea. Si no fuera por mis ciclos de celos mi cachorro jamás hubiera existido.

Aunque si su hijo no hubiera existido quizás el sentimiento de vacío en su pecho sería menor.

-Hablando de su celo- Le extendió cuatro pastillas, 2 amarillas y 2 rosas.

-Yo pude sacarlas de su frasco.

-Pero si no saben donde están, y no lo sabrá.

-Oeznik- Medio gruño.

-No es el único que sabe cuando arriesgarse- Se levantó de la mesa- Le juré lealtad a la casa Zemo y también mantenerlos a salvo a cualquier precio, y eso es justo lo que hago- Dijo antes de abandonar la cocina.

Se pasó ambas manos por su rostro en señal de frustración.

¿A caso nunca lo olvidaría?

Junto con té tragó las pastillas amarillas mientras las otras se las llevó a su cuarto consigo. Las dejó en su mesa de noche para luego dirigirse a su baño.

El agua caliente caía sobre su piel haciendo que sus músculos se relajaran.

-Por supuesto que nunca lo va a olvidar- Se respondió así mismo la pregunta que se hizo antes en la cocina.

Lo tenía que aceptar, esos dos recuerdos jamás se le borrarían a Oeznik.

En él las etapas del duelo empezaron por la negación seguida de la depresión, está lo llevó a intentar dos veces irse con su familia, pero en ambas fracaso. La primera vez su estómago no soportó el frasco de pastillas y vómito, en la segunda estuvo más cerca, pero su mayordomo llegó dónde se encontraba, logrando este llevarlo a tiempo a urgencias. Donde le salvaron la vida gracias a un desagradable lavado de estómago. Y definitivamente jamás quiere otro de esos en su vida.

Tras salir de la ducha y vestirse se metió inmediatamente a la cama, se tomó ambas pastillas y dispuso a dormir, para despertar cuando su celo pasara.

Oir el disparo lo había dejado algo inquietó, caminó de un lado a otro de la habitación por un rato, luego se dedicó a ver a los animales por la ventana hasta que el beta apareció en el lugar.

-¿Te gustan los perros?

-No- El soldado negó inmediatamente, ya que si decía que si se los llevarían.

-Traje tu comida- Antes que el omega se negara nuevamente agregó- Por favor coma.

James apartó la vista de la ventana, solo necesitaba comer algo, miró la bandeja que sostenía el beta y vio algo, no sabía como se llamaba exactamente, pero recordaba su sabor. Sin dudar la tomó y luego volvió a mirar a la ventana ignorando al beta.

Oesnik salió del lugar algo feliz porque por fin el joven Omega comería algo. Tras ir a la cocina tomó el plato principal y fue con los perros para dárselo.

-Hola, pequeños - Saludó a los cachorros que se acercaron a él al entrar al cobertizo.

Tras mirarlos un rato una idea surgió, tomó a uno de los cachorros, el más tranquilo de todos y lo llevó con él a la mansión.

-Si está siempre solo nada cambiará- Dijo para terminar de convencerse.

Pasó nuevamente a la cocina y tomó más ciruelas, al castaño por alguna razón le brillaron los ojitos cuando vio la fruta.

Subió las escaleras hasta la habitación y entró nuevamente.

El castaño se encontraba preparándose para dormir en el suelo cuando su puerta se abrió. Era nuevamente el mayordomo. "Quizás el alfa murió" fue el pensamiento que llegó a su mente, el alfa siempre iba de noche solo para asegurarse que siguiera ahí. Y ahora tras un disparo no aparecía.

-Se llama Duman- Dijo dejando el cachorro al lado del castaño- Y más ciruelas.

"Ciruelas", con que así se llamaban. Eran delicias.

-Gracias- No pudo evitar decir en un hilo de voz pero aun así audible para el beta.

El mayordomo hizo un gesto con la cabeza y se retiró del lugar. Tras oír los pasos suficientemente lejos le hablo al cachorro.

-Eres pequeño- Su mano humana tembló mientras intentaba tomarlo, era un ser vivo si no media su fuerza moría y no quería más sangre en sus manos.

El cachorro lo olfateo y decidió que el abdomen del hombre era el mejor lugar para dormir. Tras ver al cachorro cerrar los ojos se quedó totalmente quieto.

James cayó dormido pensando en por qué el beta no cayó en su mentira.

Despertó al sentir que le lamían la cara, al abrir los ojos vio al pequeño cachorro.

-Hola- Murmuró.

Tras unos segundos un olor inundó su nariz, era algo como esa bebida caliente llamada té combinado con ¿madera?. No sabía exactamente por qué, pero lo siguió hasta llegar a la puerta de su habitación, su instinto le decía que se quedara, ahí estaba bien y no sabía que pasaría si salía, podría ser peor. Mientras su Omega le rogaba por seguir el olor.

Rendido a sus instintos abrió la puerta con cuidado, jamás había salido, no sabía que encontraría. Afuera se topó con un pasillo largo. Se fue guiando con su nariz para encontrar la fuente del adictivo aroma. Mientras caminaba sintió pasos al voltearse vio a Duman siguiéndolo a su ritmo, se detuvo y lo cargó en sus brazos pues el animal caminaba muy lento y podrían descubrirlos.

Tras caminar varios pasillos y subir una escalera llegó hasta la fuente, el olor venía de una habitación. La cual no dudó en abrir.

Al encontrarse con el alfa nuevamente se armó una discusión en su cabeza, ¿se tenía que acercar o dar media vuelta?

-Huele demasiado bien.

Caminaba lentamente hasta el dormido alfa. Llegó junto a la cama y se dio cuenta de que seguía respirando ayer lo había creído muerto. A pesar de que lo tocó por impulso este no despertó.

-Quizás... Solo un momento.

Se acurrucó al lado del alfa, solo sería un momento para respirar ese adictivo aroma. Duman se hizo un ovillo se quedó junto al castaño.

Recompensa de una venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora