9. Daniel: La vida en el centro comercial

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"Naomi, escúchame", Daniel se arrodilló frente a la niña. "Aquí no hay menores de edad. Aquí todos son adultos. Vas a tener que comportarte como uno o habrá serios serios problemas. ¿Me entiendes?"

La niña asintió con la cabeza.

"Bien, vamos", dijo Teresa y todos caminaron en fila por el pasillo al que habían salido. Era ancho, con unas casetas en el medio dentro de las cuales había comerciantes ofreciendo distintos productos. No tenía techo, lo que permitía ver el cielo nublado. Mucha gente iba de un lado a otro y cada uno era un mundo aparte. Algunos estaban vestidos al estilo militar, con correas de las cuales colgaban armas. Otros iban más bien de mendigos, con ropas andrajosas y sucias. Y otros parecían simplemente padres de familia haciendo las compras de la semana: con sobrepeso, apurados, preocupados, mal equipados para una emergencia.

Cristian observaba todo con mucha atención. ¿Cómo era posible que algo así existiese? Esto era una bomba esperando explotar. En cualquier momento un zombi podía entrar y morder a uno, lo que generaría una matanza. ¿Qué medidas de seguridad había? ¿A dónde debía correr si algo así sucedía? ¿Hacia arriba, le habían dicho? No había señales, no había autoridad a la vista. Cristian se estaba comenzando a preocupar.

De pronto, como para demostrarle que sus preocupaciones estaban bien fundadas, escuchó gente murmurando cada vez más fuerte. Luego, las personas a su alrededor dejaron de caminar en una dirección y comenzaron todas a ir en la contraria. No estaban apurados o desesperados. Era solo que estaban yendo hacia otro lado.

Entonces escuchó el gruñido de uno de ellos. Un zombi estaba dentro.

"¡Un infectado!", gritó Cristian jalando de la manga a Teresa. Ella se volteó hacia él y le hizo un gesto para que guarde silencio.

"Ustedes quédense aquí", le dijo a Daniel, Steph y Naomi. Luego señaló a Cristian. "Tú, ven con-migo"

Cristian siguió a Teresa por la multitud de gente. Y ahí, en el medio de un grupo grande de personas, estaba en efecto un infectado.

"Ahí lo tienes", le dijo Teresa. "Un apestoso"

Se acababa de transformar. Recién se estaba parando. Emitía sus gruñidos y trataba de mantener el equilibrio. Era la primera vez que Cristian veía eso. Estaba fascinado.

"¿Nadie lo va a matar?", preguntó en voz baja.

"Solo espera", respondió Teresa.

El nuevo zombi era bajo de estatura, con cabeza rapada. Estaba elegantemente vestido. Llevaba terno y hasta corbata. No tenía una mordida a la vista.

De pronto, ya estuvo lo suficientemente parado y dio un paso en dirección a una mujer subida de peso que estaba observando todo. El público aguantó la respiración. Para cuando había dado el segundo paso hacia la mujer, ésta sacó de la canasta que llevaba con sus compras un cuchillo delgado y largo.

Con un solo movimiento se lo clavó en la frente.

Los que habían estado observando comenzaron a aplaudir y a hacer comentarios aprobatorios entre ellos. La señora sonrió, limpió su cuchillo en la ropa de su víctima y lo guardó en su canasta. Un joven que había estado parado detrás de ella le puso una mano en el hombro y le indicó que debían irse. El cuerpo del infectado quedó ahí tirado en el piso. Nadie lo recogió. Nadie le siguió prestando atención.

"¿Se va a quedar ahí tirado?", le preguntó Cristian a Teresa señalando al cadáver que ahora sí se había quedado quieto.

"No lo sé", respondió ella mientras ambos volvían hacia los demás de su grupo. "Debe de haber alguien que pase por los cuerpos en la noche, porque nunca he visto que se acumulen. Ven, tenemos que ir a hablar con Vivi"

Réquiem por TrujilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora