Día 1: ¿Cómo dar felicidad?

602 80 2
                                    

Johnny se levantó un poco aturdido noto que se encontraba en su habitación, estaba un poco confundido, realmente lo que vivió fue un sueño, era lo que se preguntaba se revisó y entonces reparó que en su muñeca derecha llevaba una pulsera de plata, comprendió rápidamente que todo lo vivido la noche anterior sí había sucedido. Sabiendo esto se levantó dirigiéndose a la ducha, después de vestirse, salió de su lujoso departamento y se dirigió a su empresa. Manejo de forma moderada recordando los eventos anteriores para cuando llegó a Industrias Weinberg, todos lo miraban sorprendido ya que normalmente nunca llegaba temprano a no ser que se tratara de una junta.

Estaba tan concentrado que chocó con una muchacha haciendo que ambos cayeran al suelo, todos miraban a la chica con lastima, sabiendo la actitud de su jefe.

─ Lo... Lo la-mento. ─ tartamudeó la chica, no llevaba ni una semana y lo había arruinado.

─ No. ─ aquello provocó un estremecimiento, ya se preparaba a suplicar. ─ Perdóname tú a mí, no me prestaba mucha atención. ─ contestó el rubio para levantarse y ofrecerle una mano a la chica.

─ ¿Ah? ─ Aquello no lo espero, sus compañeros le advirtieron sobre el carácter de su jefe, pero no era lo que se imaginó.

─ ¿Te quedarás tirada todo el día?

─ Per... Per-don. ─ Acepto la mano de su jefe, y se levantó.

─ Oye cómo te llamas.

─ Me llamo Carmen, señor. ─ Bajo la mirada un poco avergonzada.

─ Qué lindo nombre, muy bien a partir de ahora serás mi nueva secretaria.

Todos los presentes miraban impactados al millonario, nadie comprendía lo que le pasaba. Por su parte Johnny ignoró las miradas de sus trabajadores, imaginaba que todos estaban sorprendidos por su cambio de actitud, pero no era el momento de prestarle atención.

─ Es mejor que tomes tu puesto de inmediato ¿Entendiste?

Carmen asintió con la cabeza, mientras que el simplemente camino a su oficina tenía cosas que hacer y solo tenía 12 días para lograrlo.

Parte de la mañana hizo una lista de las personas a quienes lastimo, y tratando de buscar maneras de hacerlas felices, eso sonaba fácil, pero por algún motivo no sentía que fuera así.

─ Permiso señor. ─ La chica aún se encontraba temerosa ante su jefe. ─ Le traje su almuerzo.

─ Gracias. ─ Notó que caminaba de manera torpe hasta su escritorio, le causaba un tanto de gracia, pero aprovechando que ella estaba ahí, podría ayudarle. – Carmen ¿Hay algo que te haría feliz?

─ ¿Qu-é?

─ Sucede que... ─ Lo pensó por un momento, no podía decir que se trataba de él, sería algo ilógico sabiendo de la fama que tenía. ─ Un conocido quiere hacer felices a personas que lastimó anteriormente y estaba con la idea de regalarles o darles algo. ─ Noto que la mujer lo miraba con duda.

─ Señor espero que no se moleste, pero no siempre los regalos hacen felices a las personas.

─ ¿Por qué no? Todo el mundo siempre quiere algo.

─ Ciertamente, pero a veces no se trata de lo que das sino las acciones que realizas y si realmente se hacen de corazón.

Las palabras de la chica se clavaron en lo profundo de su ser, sonrió en su interior no se equivocó al preguntarle.

─ Entonces no hay nada que pueda hacerte feliz.

─ No señor. ─ respondió bajando su mirada y apretando sus manos fuertemente.

─ Puedes retirarte.

─ Me retiro, por cierto, como cada mes hoy vendrá la señora Shannon Keene.

─ Cuando venga, hazlo pasar.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Se encontraba mirando un enorme edificio, después de que llegara de la señora Keene a su oficina y de que le reclamara por su falta de interés a la fundación que dejó su madre para después irse, decidió ver por su propia cuenta, aquel orfanato que su madre año con año apoyaba. Noto un enorme edificio, pero que con el paso del tiempo se había descuidado.

─ Oye ¿Qué haces parado como tonto?

El multimillonario, busco al dueño de la voz y noto a un niño de al menos 8 años, cabello castaño y ojos color miel.

─ Venía a ver las instalaciones de este lugar.

─ ¿Acaso es otro comprador? ─ El niño le miró de manera molesta. ─ Váyase, aun cuando esté descuidado, tenga goteras incluso si la calefacción no funciona, este es nuestro hogar.

─ ¿Niño cómo te llamas?

─ Anthony.

─ Discúlpame, pero yo no vengo a comprar, yo venía a ver a los niños.

─ ¿Acaso piensa adoptar?

─ Eso tenía pensado.

─ Pero la señora Keene no está.

─ Vamos solo quiero ver, puedes vigilarme y si notas algo sospechoso llamas a la policía. ─ respondió mientras le daba su celular.

El niño estaba un poco dudoso, pero viéndolo bien no se veía como una mala persona, a lo que simplemente aceptó.

Anthony le dio un tour por todo el lugar, Johnny observaba con detalle todo lo que ese lugar necesitaba para verse en mejores condiciones, pero no pudo reprimir una pequeña sonrisa ante la felicidad e inocencia que expresaban los niños, vio habitación por habitación hasta que, en una notó a varios niños sentados alrededor de una niña de cabello castaño claro, que a su parecer leía un cuento (ya que de donde leía, era un pequeño cuaderno viejo)

─ Cuando llegó las cosas no serían como lo imaginaba. Su padre y su papá tuvieron una pelea, en el cual el rey acusó a su esposo de alta traición y lo exilió del reino. Y como todo rey, necesita alguien con quien reinar. Este estaba a días de casarse con la princesa Amanda.

La niña dejo de leer, al sentir la mirada de alguien.

─ Perdona no quise interrumpir.

Los niños al notar que la castaña no seguía con el cuento, se levantaron y se dispusieron a salir a jugar al patio.

─ Hermana, este hombre vino a adoptar a un niño.

─ Mucho gusto señor, mi nombre es Samantha y creo que ya conoce a mi hermano Anthony.

─ ¿Ustedes son hermanos?

─ Si.

─ Oye... ese cuento...

─ Es un cuento que inventé, lo escribí en este cuaderno a los niños les gusta mucho pero ya casi está rompiéndose.

─ Me lo podrías prestar, conozco a alguien que podría escribirlo.

─ ¿Y tendrá imágenes? Desde que lo escribí he deseado que tenga imágenes, pero no soy muy buena dibujando.

─ Claro, te lo prometo.

La niña le entregó el cuaderno viejo, y él lo aceptó como si de un tesoro se tratara, cosa que alegró a la pequeña Sam.

─ Creo que es hora de irme, pero vendré pronto para traerte tu cuento.

─ Lo estaré esperando.

Johnny fue despedido en la entrada por el par de hermanos, ya estando lejos de ahí saco su celular, y marcó un número que hace años no marcaba, pero estaba seguro que ella le ayudaría, quizás no por amistad, pero si es por trabajo lo haría. Porque en ese momento por primera vez deseo darles felicidad a esos dos pequeños.

12 Días (LawRusso) [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora