¡¡¿Por qué nadie intenta ayudarme?!!

El final del campo cada vez está más cerca, tanto que temo que no pueda frenar y acabe estrellándome con el poste amarillo. Me miro las manos en un acto de supervivencia para averiguar que rayos sucede conmigo y porque parece que tenga un papel en la espalda diciendo «pégame». La respuesta es sencilla: tengo el balón. ¿Pero en qué momento lo he cogido? Tengo un gran impulso por pararme y ofrecerle la pelota a cualquier adversario. Y os aseguro que lo haría, pero si me paro ahora mismo lo más probable es que me arranquen la cabeza. Así que hago lo más sensato o al menos lo único a que mi cerebro alcanza a pensar. Suelto el balón

En el momento en que lo hago, parece que se haya parado el tiempo o incluso el mundo; los jugadores, los espectadores e incluso los árbitros se quedan en silencio, en el estadio todas las voces que se encontraban hace medio segundo parloteando quedan mudas. Miro en todas direcciones, esperando algún tipo de respuesta.

A lo lejos se oye un primer aplauso. Seguido por otro. Y al final todo el público estalla a gritos eufóricos, siseos y... ¿gente agitando su camiseta en el aire? 

 Los compañeros de mi equipo se aproximan con entusiasmo hacía mi posición. Este va a ser un momento histórico, será mejor que lo detallemos con precisión: Mason, el corredor, se acerca con la boca entreabierta en forma de O, en la que puedo notar como una ráfaga de saliva le sale a brotones del labio; Alex, el receptor, ha lanzado el casco sin ningún tipo de rencor, y se despeina el cabello con una mezcla de nerviosismo y felicidad a partes iguales; Jaden, el quarterback, sin duda se lleva el oro a la expresión más emblemática del momento. Solo con deciros que se ha quitado la camiseta y que tiene las manos colocadas en la cabeza sin creer lo que acababa de pasar. Al menos en ese punto estamos igual: ¿Qué mierda acaba de suceder? Y porque parece que soy la única que no entiende nada.

 Esperad, esas no eran todas las reacciones por comentar: Harper—sí, el mismo—corre hacia mí con más rapidez que los demás jugadores como si quisiera parar una bomba a punto de estallar. Su rostro es  más bien de terror y si no fuera por las rejillas de protección que dificultan la visión de su cara, juraría que tiene los ojos secos, del tiempo en el que llevan fuera de sus órbitas. 

—Tenemos que irnos —anuncia con intención de sonar una orden si embargo, acaba pareciendo más bien una advertencia.

Abro la boca para tratar de articular cualquier palabra, pero antes de que pueda soltar algo, él tira de mi brazo.

—¿Todo bien? —pregunto frunciendo el cejo.

Rodeamos a los gorilas de nuestro equipo sin dar ninguna explicación. Paran de golpe con una mueca desconcentrada. Se miran entre ellos tratando de deducir que rayos le sucede a Harper. 

Cuando pasamos junto al público, varias chicas me sueltan elogios tipo: «llámame, guapo» o «te haría un hijo». En serio, ese tal "Jimmie" tiene bastante fama entre las mujeres.

Ya en el aparcamiento, Harper se para delante de mis narices con una expresión furiosa. Si fuera una serie infantil, lo habrían dibujado con fuego saliéndose por la cabeza en plan Son Gokū.

—¿Qué mierda pasa contigo? —gruñe, incorporándose para quedar a mi altura.

Si estuviera hablando con mi madre, ya le habría soltado algo tipo «A mí no me hablas con ese tono» o «¿Te crees que soy uno de tus amigos?».

—No sé. ¿Qué pasa? —pregunto analizando mis hechos intentando de averiguar mi error.

Se agarra la cien con los dedos, mientras niega con la cabeza.

—No puedes hacer ningún punto, eres defensa —indica volviendo a fijar la vista en mí.

Suelto todo el aire de golpe, aliviada. 

—Joder Harper, pensé que había matado a alguien o peor —refuto poniendo los ojos en blanco.

Vuelvo a repasar sus palabras, y abro la boca sin creérmelo aún.

—Espera, ¡¿qué?! —grito eufórica—. ¡¿He marcado?!

Suelto dando saltos de alegría. Se me pasa por la mente la acción de tirarme encima de él, pero si lo hago lo más probable es que me empuje contra una roca.

La mirada de Dexter se agranda de forma repentina, como si lo que acabara de decir fuera algo ilógico o acabara de confesarle que Zendaya está saliendo con su abuela.

—¿O peor? —repite en un tono chillón—. Podrían haberte descubierto.

De verdad, la gente que tiende a estresarse por problemas que ni siquiera han ocurrido, ¿todo bien en casa?

Just live.

















Falsos prejuiciosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora