Capítulo XXII

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—Claro.

Yo asiento repetidas veces para recibir la llave y salir casi corriendo de la habitación que una vez pisé. Donde todo inicio.

***

Con cuidado guardo la poca ropa que deje en casa para poder llevarla a mi nuevo hogar. Cuando termino agarro mi maleta lista para irme pero en eso la figura de mi madre aparece haciendo que para en seco.

—Por fin apareces —mi madre finge una sonrisa para analizarme de pies a cabeza —, ¿Dónde estabas?

—Eso no te debe importar, total nunca les he importado —me encojo de brazos mirándola.

Mi madre con enojo me agarra de mi antebrazo y apretarlo con fuerza.

—Te duele que no te queramos ¿cierto? —mi madre ríe —, ¡Cómo te voy a querer si eres una chica rara que inventa cosas!

—¡Pero es verdad lo que te dije madre! —grito sintió como las lágrimas amenazan por salir —tres hombres me vi... —estaba por terminar de hablar, cuanto la fuerte mano de mi madre se estaban contra mi mejilla haciendo que jadee de sorpresa.

—¡No mientas!

—No te estoy mintiendo, es verdad cuando te dije que tres hombres abusaban constantemente de mí cuanto era solo una niña... Todo fue su culpa por mandarme a ese lugar —murmuro con dolor.

—¡Cuanto deseo que te vayas muerto en ese sitio, no sabes cuanto reza por que nunca llegaras!

—¡Yo también rezaba, quería morir cada vez que ellos me tocaban y golpean tan fuerte hasta el punto de dejarme inconsciente! —sollozo mientras la observa con dolor.

Ella niega con la cabeza sin creerme ninguna sola palabra, soy su hija y no me cree... Simplemente, duele saber que tu propia madre no te apoye.

Observo como mis manos empieza a templar y mi respiración cada vez se volvía más pesada.

Sin pensarlo me encierro en mi baño mientras tapaba mis oídos para no escuchar los insultos y golpes de mi madre.

El pánico se apodera de mi cuerpo, necesitaba ayuda, pero quien me ayudaría, solo soy una loca mental como dice mi madre.

Únicamente recuerdo como fue la primera vez que le conté a mi madre lo que mi hicieron en ese reformatorio, ella se enojó mientras me decía que seguro yo lo había alucinado y que dejara ese tema en el olvido.

Pero como olvidar lo que mi hicieron... Es imposible olvidarlo.

Busco mi teléfono con desespero para empezar a buscar cualquier contacto y llamar. Escucho como tres veces el sonido de llamada suena para escuchar esa voz que conocía tan perfectamente.

—Que sucede ahora —escucho la risita de Alexander mientras espera mi respuesta.

—por favor... Ven por mí...—sollozo en voz baja.

Escucho como el tono de voz de Alexander cambia por una de preocupación para declararme que todo estará bien y que iba en camino.

Cuelgo mi teléfono para colocar una mano en mi pecho y respirar con dificultad. Los ataques de pánico son la cosa más feas que le puede pasar a una persona, sientes como una dificultad para respirar y un dolor en tu pecho.

—Que exagerada que eres siempre te haces la víctima —mi madre dice con odio para dejar de golpear mi puerta e irse.

Al pasar los minutos escucho en fuerte golpe en mi puerta haciendo que me despierte sobresaltada y abrirle la puerta.

Yo me abalanzo para abrazarlo mientras lágrimas corrían por mis mejillas, el coloca una mano en mi cabello para acariciar con suavidad y ternura, pero sus manos estaban tensas al igual que su cuerpo... Está enojado.

—Te sacaré de aquí —Alexander anuncia para cargarme como una princesa entre sus fuertes brazos.

Al salir de casa Alexander me ayudo a subir a su auto con cuidado, como si fuera una flor a punto de romperse.

Prende su auto y arrancar con una velocidad feroz. Todo el camino fue silencio, pero era un silencio cómodo y cálido para mi.

El semáforo se puso en color rojo, Alexander se voltea para mirarme con atención.

—Haré algo que nadie haría por ti —planteo mirándome con esos ojos azules que son tan hermosos.

—¿Qué harás?

—Llevarte al psicólogo.

Cuanto escucho las palabras de Alexander hizo que rápidamente me voltee y mirarlo con sorpresa.

—No, gracias —concluyo para volver a poner mi cabeza en la ventana.

—No acepto un, no, de respuesta, tu iras y punto —el tono de voz de Alexander prácticamente era una orden.

—Para qué necesito un estúpido psicólogo —gruño pasando mis manos por mi rostro.

El se saca el cinturón de seguridad para acercarse a mi, yo lo observo directamente a los ojos, pero mi vista se desvió al ver que estaba en verde.

—Para que un día podamos amarnos, pero primero necesito que estés bien y luego vemos que pasa —Alexander murmura para empezar a dejar besos por mi cuello.

Yo cierro mis ojos disfrutando mientras colocaba mis manos en su cuello para decirle que siga con sus ricos besos.

En eso un coche toca la bocina haciendo que Alexander deje de besarme para abrir su ventanilla con enojo.

—¡Muévete, está en verde! —exclamo al conductor de alado.

—¡estoy tratando de convencer a mi loca para que vaya al psicólogo, deja de joder, imbécil!

Observo a Alexander con una sonrisa, ya no me sorprende nada.

—acepto ir, pero, tu ,también iras porque necesitas controlar tus emociones —declaro demandante lo cual asiente.

—acepto ir, pero, tu ,también iras porque necesitas controlar tus emociones —declaro demandante lo cual asiente

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Me siento feliz porque Alessandra va a mejorar mucho yendo al psicólogo.

pero eso no significa que todo estará bien.

Alexander también tuvo traumas y será muy difícil superarlo.

Estoy emocionada porque en el siguiente capítulo puedo ser que Pablo haga una visita.

Voten y comente... Les regalo a Pablo.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora