🎄| 9

274 30 0
                                    

.  .  .  .  .

Greco había sido siempre un maruja, en la oficina era el primero en enterarse de los chismes y el último en dejarlos ir. Había conocido a Volkov hacía años, reservado, callado y tan frío como Rusia misma.

Eran pocas las veces que Greco había logrado sonsacarle algo de información sobre su vida privada, eso aún cuando era lo más cercano que tenía a un mejor amigo.

Volkov había aprendido a cómo llevar a Greco, le daba algo de información de su patética vida, y el de barba se quejaba de que tenía que aprender a vivir, a dejarse llevar, porque cuando fuera un viejo -mucho más de lo que ya era- se arrepentiría de no haber tenido nunca una gran vida, o un gran amor, Volkov, sin embargo, seguía siendo igual de aburrido que siempre.

Ahora, con la llegada de Horacio, los ánimos de Greco de obtener información se habían elevado como nunca antes, al ruso no le gustaba nada.

- A ver, que guapo es, Conway me ha contado un par de cosillas y lo he encontrado en twitter e instagram, - continúa diciendo mientras se acomoda el nudo de la corbata. - la cresta no me gusta del todo, pero tiene unos ojazos, ¡unos ojazos!

Volkov le subió el volumen a la radio de su coche, debió sospechar que cuando Greco le pidió un aventón había sido con ese único motivo.

- Y vaya por Dios que no pensé que fueras de esos, ¿eh? Un chico tan abierto y tan lindo como se ve, ¿cuándo lo conociste? ¿Y en dónde? Tuviste que presentármelo antes. - continúa, el ruso pensaba seriamente en que era un buen momento para estamparse contra un farol de luz.

- Hoy estás especialmente hablador, - acusa mirándolo de soslayo. - ¿estás emocionado por la reunión?

- Estoy emocionado porque por fin te apegas a alguien que no es el yayo o yo, - responde, era verdad, aunque Greco fuera un maruja y bromeara más de lo que soltaba chismes, se preocupaba por Volkov como pocas personas lo hacían. - y encima que es guapo, ¿no tendrá alguna hermana que me presente?

El ruso dejó escapar una risita, Greco era su mejor amigo, sí, y aunque le causaba tantos problemas como un niño pequeño, siempre estaba para Volkov, después de cada reunión, después de cada contrato no cerrado, durante las madrugadas de insomnio.

- Él... él no... - murmuró, quería decirle, quizás si se lo contaba algo del peso de sus hombros se desharía con él, quizás Greco sabría qué hacer con esos sentimientos que no había tenido nunca antes. - él no... se cansa de estar con Alex, ¿sabes? - murmura en voz baja, algo avergonzado. - Y en realidad se lleva bien con Aleksandra y mi madre... no se dejó intimidar por mi padre, pero si por Conway, y tiene pecas...

Greco sonríe, a gusto con el pequeño discurso, se deja la corbata en paz finalmente, y se dedica a mirar por la ventana lo que resta del viaje a la oficina.

Horacio estaba de pie en la acera, las manos frotándose entre sí y una sonrisita en los labios en cuanto miró al ruso bajarse del auto, apurado. - ¿Qué haces aquí? - inquiere, quitándose la larga gabardina y colocándola sobre la sudadera del menor, aterrado porque vaya a, si quiera, atrapar un resfriado. - Está haciendo un frío acojonante, ¿no traes guantes?

- No, solo pasaba a verte un instante - dice, dejando escapar algo de aire entre los dientes que se convierte en vaho al dejar sus labios. - y tienes compañía...

- Greco Rodriguez, - se adelanta el de barba, extendiendo la mano en su dirección. - un placer.

- Oh, Volkov me ha contado mucho de usted. - murmura Horacio, con una sonrisa.

Volkov miró la expresión de Greco que buscaba la suya, y tuvo que contener una risita, parecía estarse conteniendo de exclamar algo sobre los ojos del moreno.

- Hice un par de galletas y... pensé que quizás querrías unas para pasar las reuniones. - admite en voz baja, sacando un recipiente de su mochila. - Igual, insisto, las hice yo, así que mejor no te las comas...

-Yo... muchas gracias... - susurra el ruso, tomando el pequeño recipiente entre manos, el calor en su pecho redujo un poco el frío. - ¿Entras un momento? Tengo una junta en casi nada, pero te puedo llevar a la facu~

- No, no. - se apresura Horacio, Volkov tenía la nariz sonrosada por el frío, lo hacía verse adorable. - No quiero molestar, puedo tomar el autobús que seguro pasa dentro de diez minutos. - insiste.

- Diez minutos en este frío son como dos horas.

- Yo te puedo llevar. - interrumpe Greco, haciendo que la pareja lo mire con curiosidad. - Me llevo tu coche y vuelvo antes de que cierres el contrato, ¿te parece?

- Si a ti te parece bien... - murmura Horacio, mirando de vuelta al ruso, quien tras dudar un rato, termina por asentir. Si Greco le preguntaba cosas a su "novio", entonces dejaría de atosigarlo con preguntas a él, y no era como que Horacio fuera a decir algo que los fuese a poner en evidencia. - Nos vemos luego, entonces, ¿bien?

Tímidas y heladas se sintieron las manos de Horacio cuando tomaron las suyas, Volkov lo miró, avergonzado, supo lo que el menor haría un instante después, contuvo el aliento, con los escalofríos adornando el fondo de su estómago, y el rubor cubriendo ahora hasta sus mejillas.

El beso llegó hasta la comisura de sus labios, se sintió tibio allí durante un rato, hasta que el frío del invierno lo borró, mientras Greco y Horacio se subían al auto.

Horacio no esperaba tantas preguntas, ni Aleksandra ni Conway habían hecho tantas, pero seguían llegando con tanta frecuencia como los rápidos latidos de su corazón, tenía respuesta para cada una, habían acordado una historia creíble y estaba seguro de cada una de sus respuestas.

Greco había empezado a dudar de las palabras del chico mientras se detenían en un semáforo rojo, y él terminaba por relatar cómo habían empezado a salir, justo ahí donde sus respuestas y las del ruso habían empezado a chocar. - Vaya... - susurra tras el relato. - nunca pensé que... que Volkov fuese quien te invitó a salir... - los ojos bicolores lo miraron con curiosidad y el mayor se vio obligado a responder. - quiero decir, no es algo propio del ruso ser tan... abierto.

- Sí... es algo... denso. - murmura Horacio con una sonrisita queda. - Es muy callado, también, pero cuando empieza a hablar parece que no va a acabar nunca, ¿no? - se ríe en voz bajita, con la mirada perdida en la ventana. - Y creo que se preocupa siempre demasiado, ¿sabes?

- Bueno, creo que siempre ha sido así. - responde con sencillez, deteniendo el auto en un nuevo semáforo en rojo. - Lo conozco desde hace años, pero creo que se puede saber eso conociéndolo desde hace... ¿7 meses, dijiste?

- Unas cuantas semanas... - susurra Horacio, ensimismado en la telaraña de sentimientos que su pecho era, se dio cuenta de su error solo un instante después. - ¡Se siente como si hubiesen sido unas cuantas semanas! - exclama, poniéndose rojo. - Ya sabes, el tiempo pasa volando y tal.

- Ya... - murmura Greco, volviendo a acelerar el auto. - tienes razón, parecen solo unas cuantas semanas...

Horacio se quedó callado, con las manos presionadas juntas y el corazón bombeando con fuerza contra su pecho, suspirando por casi haber desbaratado la mentira completa, y notando entonces que aún lleva la gabardina del ruso sobre los hombros.

Greco lo miró de soslayo, mientras el estudiante tomaba la gabardina de su amigo entre manos y la acomodaba sobre su regazo, doblándola, oh, no sabía qué demonios estaba haciendo su mejor amigo, pero fuera lo que fuera, la mentira le había sujetado de los tobillos.

Ni Horacio ni Viktor lo sabían entonces, pero Greco ya se había dado cuenta de que aquella mentira les había explotado en la cara, estaban empezando a enamorarse el uno del otro, solo faltaba que lo notaran.

.   .   .   .   .

By: Eve (@evevelovesvv)

INTERESES volkacioWhere stories live. Discover now