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Horacio estaba acostumbrado a que su vida se guiara por tumultosas historias, de dudosa procedencia en algunos casos. No era alguien que buscaba aprovecharse de los demás, al menos eso le gustaba pensar.

Era algo que aprendió desde pequeño, las teclas blancas contra su piel morena, dando tonadas tranquilas. Era exquisito la verdad, el piano negro de cola en la casa de Viktor. Le había tomado algo de cariño, pues era lógico, se estaba instalando en su corazón cuál martillo.

Las tonadas del piano se volvieron un poco más erráticas, dramatismo puro que tímidas manos ya no veían.

Pero transicionaba, recordando aquel beso...Ese accidente que enrojecía sus mejillas.

"No puedo, caer por alguien, de nuevo... No me puedo hacer eso a mi mismo."

Era lo que su mente le dictaba, más su alma de poeta, baladista empezaba a hacer estragos queriendo salir. No le gustaban los números, ni los trajes de seda y mucho menos las ajetreadas oficinas en cubículos grises. Las finanzas eran algo necesario, pero no para su psique.

La tonada se tornó melancólica, y cantó suava y murmurante para él mismo, inventado la letra en su lluvia de ideas, temporal del cual se estaba mojando Volkov.

Era lo más hermoso que había oído en este mundo, porque no se supone que debería oírlo, y provenía del que menos se esperaba, el de cresta lila de tierno corazón, pero picantes labios.

La vulnerabilidad, de alguien soltando su ser en sonatas, con el vibrato de su voz y los ligeros movimientos.

-Cuéntame. -Horacio exhaló, no era una persona de secretos y tal, pero tampoco le iba por ahí contando sus sueños "frustrados" a la gente.

-Siempre he querido ser un músico, desde muy pequeño la verdad. Pero, pues es solo un sueño, la academia de Artes es muy...- hizo una mueca.

Acabándose la última nota, Horacio se sobresaltó escuchando los aplausos de su pequeña audiencia, carmesí esparcido en sus mejillas.

-Wow. - fue lo que dijo, por sus gestos se notaba no solo sorprendido.

Pero un interés mayor, cada vez se acercaba más a la par suya. Hasta terminar en el mismo banco de forro rojo, moviendo la madera por el peso de ambos.

-No sabía que tocabas el piano. -

-Ah, porque no te lo había dicho. - sonrió culpable, y cuando iba a cubrir las teclas, le detuvo la mano. No quería que se escondiese, no después de haberlo visto tan expuesto. En una desnudez emocional, pero tampoco quería precipitarse.

-¿Me vas a contar? -

Con la cabeza ladeada, Volkov esperaba una respuesta. Él no era un hombre inseguro, pero la música, y más que nada su música, era algo intrínseco privado. Por lo que planeaba evadir la conversación.

-Pues...No es la gran cosa la verdad. -

Y trató de inhibirse, con la mirada aún en sus manos unidas, fue muy mala idea verlo a los ojos, no por vergüenza sino por el chantaje perfecto que le estaba haciendo.

Ese condenado ruso, tenía sus trucos debajo de su manga, uno muy letal eran esos ojos de perrito.

-Cuéntame. -Horacio exhaló, no era una persona de secretos y tal, pero tampoco le iba por ahí contando sus sueños "frustrados" a la gente.

-Siempre he querido ser un músico, desde muy pequeño la verdad. Pero, pues es solo un sueño, la academia de Artes es muy...- hizo una mueca.

-¿Muy? -

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