Darcy ya se estaba acostumbrando a la necesidad de tocarlo que sentía Elizabeth en el último mes.
Desde la muerte de la Sra. Bennet, parecía que Lizzie no podía estar alejada de sus seres queridos. A
pesar de no haber tenido mayores contratiempos con el embarazo, prefería quedarse en su cuarto, o en
alguna habitación de la casa.
Su esposo estaba preocupado, Elizabeth ya no disfrutaba de sus caminatas ni de sus lecturas. Sólo
parecía olvidar su pena en compañía de William o de él.
Esperaba que Jane la visitara, pero problemas con su salud la venían aplazando. Georgiana estaba con
Richard en Londres, y en la última carta, prometía ir a Pemberley lo antes posible.
Esa mañana de comienzos de mayo, Darcy despertó con la misma inquietud que tenía desde el deceso
de su suegra, que Lizzie demostrara estar un poco menos desanimada.
La miró dormir girada hacia su lado, con su mano descansando sobre el pecho de él. El vientre de ella ya
era inocultable con sus notorios casi siete meses de gestación.
Darcy le tomó suavemente la mano para poder levantarse sin despertarla. Era temprano aún y él tenía un
día ocupado.
Apenas intentó moverse, la mano que antes reposaba tranquila, lo asió firme y se encontró con los ojos
suplicantes de su mujer.
-No quería despertarte- susurró y, dándole un tierno beso en la frente, agregó- Vuelve a dormirte.
Pero la presión de la pequeña mano no disminuyó su fuerza.
-¿Tienes mucho que hacer? ¿No puedes quedarte un poco más?- preguntó de forma tal que Darcy pudo
sentir la infelicidad que en ella aún existía.
Lo esperaban cartas urgentes para responder, una reunión con su administrador, otra con un arrendador
y, si el día primaveral lo permitía, una recorrida por una obra que se estaba realizando en el jardín norte
de la casa.
-Ya me arreglaré- respondió- Me quedo, con una condición.
-¿Cuál?- preguntó frunciendo la nariz de la forma que le gustaba a su esposo.
-Cuando nos levantemos, desayunarás conmigo y luego me acompañarás a supervisar las obras del
norte.
-Está bien- dijo con una sonrisa a medias y se acurrucó lo más que pudo contra su pecho.
Después de desayunar, Elizabeth fue a ver a su pequeño, mientras Darcy se disponía a responder
algunas cartas antes de salir a caminar con su mujer.
Sobre la pequeña bandeja de plata lo esperaba una pila de sobres con bellas caligrafías y solemnemes
lacrados.
Revisó el pequeño montículo rezongando al hacerlo, hasta que sus ojos se detuvieron en un remitente,
"Sr. M. Thorton". Abrió el sobre con el cortaplumas y leyó:
"Sr. Darcy:
Me dirijo a Usted, porque recientemente ha llegado a mis oídos que su suegra, la Sra. Bennet, ha
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Secuela de Orgullo Y Prejuicio
RomanceEstá historia no es mía, pero me ha encantado y me gustaría compartirla. Todo le pertenece a Jo Darcy (seudónimo). Esperó que la disfruten. Es la versión, que a mi parecer se ajusta mejor a la forma de escribir de Jane Austen.