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Blanco y negro.

Tanto Wei Wuxian como Jiang Fengmian observaron a Madame Yu con sorpresa. Era totalmente extraño oírla reír con tanta libertad, incluso sus sonrisas eran escasas hasta el punto de sentir que esas expresiones no iban con ella. Al único que le sentó de maravilla fue a Jiang Cheng que también rió aunque no entendía por qué.

Cuando las carcajadas cesaron, Jiang Fengmian tomó a su hijo en brazos para acercarlo a Wei Ying. —A-Cheng, este es Wei Ying. Hace un tiempo que se unió a nuestra secta, es el hijo de un gran amigo mío.

Todos oyeron el sonoro bufido de Yu Ziyuan ante dicha afirmación pero Jiang Cheng no le dio mayor relevancia, se encontraba más interesado en el sujeto que le pellizó las mejillas mientras le mostraba una enorme sonrisa. —¿Ya te han dicho que eres la cosita más adorable del mundo?

El pequeño parpadeó aturdido, luego se sonrojó hasta el cuello y escondió el rostro en el pecho de su padre. Jiang Fengmian le palmeó la espalda con suavidad entre tanto Jiang Cheng reunía la confianza pata volver a mirar a ese gege. —Ying-gege.

A Wei Wuxian se le trabó el Qi a medio camino cuando oyó esa vocecita melódica referirse a él con tanta cercanía. Durante años molestó a Jiang Cheng para que lo llamase shixiong o gege pero siempre obtuvo un codazo o una patada en respuesta. ¿Quién podría imaginar que a los cuatro años su shidi era tan adorable? La verdadera pregunta era, ¿en qué momento cambió tanto su forma de ser? Supuso que ya a los ocho años se forma el verdadero carácter. O eso quiere creer.

—A-Die, ¿Ying-ge está bien? Su cara se puso roja, ¿tendrá fiebre? —La preocupación latente en cada palabra casi hizo llorar a Wei Wuxian. Por su parte, Jiang Fengmian extendió la mano para palpar la frente del revoltoso discípulo principal siguiéndole el juego a su hijo.

—Wei Ying está bien, Cheng-er. Debe ser el clima, Yunmeng es muy caluroso en esta época —Jiang Cheng tarareó conforme con la respuesta de su padre.

—¿Podemos ir por sandía fresca para Ying-ge? —Solicitó seguido de un bostezo.

—Mañana, Jiang Cheng, ahora debes dormir —Habló Madame Yu aún sentada en la cama. Jiang Fengmian asintió y rápidamente despidió a Wei Wuxian que prometió recoger a Jiang Cheng al día siguiente para jugar en el lago.

Jiang Cheng se acomodó cerca de su madre cuando fue dejado sobre el colchón. Madame Yu le cubrió con las mantas y Jiang Fengmian le acarició el cabello antes de incorporarse para abandonar la habitación pero el pequeño le sostuvo de la túnica totalmente confundido.

—¿Por qué A-Die se va? —Su mirada iba y venía entre su padre y su madre—. A-Niang, ¿A-Die no va a dormir con nosotros?

Yu Ziyuan no pudo resistir la expresión de decepción en el semblante de su hijo. Le dirigió una mirada aguda al hombre titubeante en la orilla de la cama, éste al descubrir que estaba bajo el radar de su esposa se encogió con una sonrisa tensa.

—Apresúrate, ¿o quieres que también te ayude a acomodarte en la cama? Ella —espetó agradecida con la escasa luz en la habitación que disimuló el carmesí de su faz. Se sintió como una doncella novicia a la que le han tomado la mano por primera vez, ¡qué horror! Había olvidado cuantos años han transcurrido desde que durmió sola por primera vez pero, ya no quiere decepcionar más a su hijo y aunque se sienta avergonzada la felicidad que emana Jiang Cheng es consuelo suficiente.

Pero el hombre no se mueve, está paralizado en su sitio sin poder creer que su señora le dio autorización para dormir en la misma cama. Se dedicó a mirarla con asombro mientras ella se quitaba las botas para poder recostarse al lado de un Jiang Cheng somnoliento. Cuando espabiló, el niño roncaba abrazando el brazo de su madre. Torpemente se despojó del calzado y se metió bajo las mantas de seda púrpura. Por la rigidez de su postura, Jiang Fengmian parecía una estaca pero aparte de él, nadie más lo notó, Madame Yu mantenía sus párpados cerrados negándose a observar al hombre cuyo rostro se encontraba muy cerca del suyo.

Se venden lotos en miniaturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora