21. La muñeca sin cara

83 16 32
                                    

[Paloma]

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

[Paloma]

Me aparezco por la espalda de René mientras él pinta y estoy a punto de avisarle que estoy aquí cuando veo lo que hay en el cuadro. Está un poco menos avanzado de lo que pensé considerando que lleva como cuatro horas aquí, pero nadie se va a atrever a culparlo, ¿no? Si con la vista intacta a mí se me hace muy difícil pensar siquiera en pintar algo como lo que él ha pintado, no me quiero ni imaginar el trabajo que resulta para él.

No lo comprendo muy bien de lejos, me tengo que acercar unos pasos para intentarlo. Ya de cerca lo veo: es una chica que trae puesto un vestido verde. No sé si es una chica o qué otra cosa, pero eso parece, es como una bonita muñeca sin cara de piel oscura.

—¿Algún día vas a comprender que no eres tan silenciosa como piensas? —murmura René, dándome un susto.

Después de eso, ya no me preocupo por pisar suave y me acerco más hasta llegar a su lado, en donde veo un poco mejor.

—Luisa pregunta si quieres algo de comer, porque el almuerzo se va a atrasar un poco —le digo, cambiando de tema.

—No, gracias.

Miro un poco mejor lo que hace. Sus movimientos son más lentos que los de cualquiera de su edad, pero eso no es raro, según todo lo que me ha contado, hace tiempo que no hace esto y es la primera vez que lo hace a ciegas.

—¿Qué estás pintando? —pregunto.

No me contesta hasta que completa una línea y devuelve con cuidado la mano a la paleta para no ensuciar el piso.

—Algo que imaginé hace poco —dice al fin.

Mientras yo miro mejor, se toma una pausa. Apoya la espalda en la silla que ha escogido y echa la cabeza hacia atrás, dejando expuesto su cuello blanco y joven, que, por cierto, tiene una mancha entre blanca y verde en un lado.

—Te has manchado —le aviso.

—¿En dónde? —dice en voz baja, sin moverse de su lugar.

Pero en vez de contestarle, limpio la mancha con mis dedos. Es una suerte que haya estado fresca todavía.

—Gracias —susurra.

Le veo un poco desganado para ser la primera vez que puede pintar después de tanto. Yo pensaba que le haría más feliz, considerando lo mucho que me ha contado que le gustaba hacerlo antes de su enfermedad.

—¿Algo anda mal? —tanteo.

—No sé, dime tú —me contesta, señalando el cuadro con un gesto flojo.

Lo vuelvo a mirar, repasando la figura de la muñeca. Está bonito, no voy a decir que no, pero no era lo que esperaba después de todo lo que me han hablado aquí. Claro que no le voy a decir eso a René.

—¿Qué hay con eso? —Me apoyo en el respaldar de la silla e inclino la cabeza a ver si así veo algo diferente.

—Es más difícil de lo que pensé después de haber perdido la práctica —explica—. Y la mezcla... la maldita mezcla es algo que no consideré. Creo que sobreestimé mis capacidades a la hora de pedir colores en la tienda, necesitaba un verde claro, pastel... pero por razones obvias nunca voy a saber si el verde que he conseguido en la paleta es el mismo que en mi cabeza.

Amar a la nada ©Where stories live. Discover now