—Ve, Estela. —accedió el hombre.

La garganta se me había secado y tuve la necesidad de tragar saliva. Me puse de pie y llegué hasta Elián, recibiendo la señal que me hizo para seguirlo hacia esa oficina.

Cruzamos varios pasillos solitarios hasta que resultamos frente a una puerta marrón que tenía una placa con su nombre y cargo:

Elián Montero

Tutoría educativa

—Siéntate, por favor. —me pidió luego de entrar.

Hice caso y ambos quedamos en cada extremo del escritorio.

—¿Estoy en problemas?

—Hace media hora tuve una junta con los supervisores de la universidad —dijo mirando detalladamente un conjunto de hojas que, pude intuir, tenían que ver conmigo—, ellos iban a plantear la posibilidad de rechazarte.

—Está bien, es totalmente entendible para... Un minuto, ¿dijiste "iban"?

—Lo que pasó en la presentación de tu ensayo sólo fue... —se detuvo, como si buscara las palabras correctas para decirlo—. Sólo fue un momento difícil, Estela. Eso no tiene validez alguna para quitarte algo que, estoy seguro, puedes conseguir. Ordené otra oportunidad para ti, yo estoy involucrado en este proyecto, no fue difícil.

—No —me desconcerté—, no, no, no. Yo me iré. No hace falta.

—¿Te irás de este colegio?

—Sí.

—¿Sólo por eso?

—No es sólo por eso.

—¿Entonces?

—Dile que planeas cortarte la cabeza para dejar de hablar conmigo.

—No me siento bien aquí —argumenté ignorando a Hillary—, hay cosas que no me dejan tranquila.

—Los fantasmas, por ejemplo. ¡Booo!

—Yo... Te agradezco, de verdad, por todo, pero no es necesario. —terminé de decir.

Me levanté del asiento y le di la espalda con la intención de salir.

Su ayuda en el tema de la beca era ciertamente significativa, pues su padre y él estaban financiando a esa universidad y ayudarme a reintegrar el programa de jóvenes admisibles le sería pan comido; sin embargo, yo no quería ser merecedora de algo como eso sólo por lástima.

—La has vuelto a ver, ¿no es así? —inquirió Elián provocando que me detenga y dirija mi mirada a ella.

—¿Qué me ves? Déjame penar en paz, ¿no ves que soy un fantasma? ¡Ay, mis hijos!

—No sé de lo que hablas.

—Sí lo sabes. Tú...

—Suelo hablar sola. —me adelanté debido a que sabía lo que diría.

—La llamas por su nombre.

—Es... Un defecto...

—¡Ay, mis hijos!

—Estela, quiero que comprendas que lo que pasó no ha sido fácil, no es fácil para nadie, y entiendo que tú...

—Que yo, ¿qué?

—Que estás loca... —se burló Hillary, provocando que regrese a mirarla con enojo—. Digo, ¡Ay, mis hijos!

—Que tú necesitas ayuda.

EL FANTASMA DE HILLARYWhere stories live. Discover now