Capítulo 4

241 28 11
                                    


Sus ojos me miran, casi analizándome. Y yo, lejos de intimidarme, le devuelvo la mirada del mismo modo. Podíamos ser muy diferentes pero ambos habíamos heredados esa forma de mirar de nuestros padres.

—Tienes algo que no te pertenece —habla, acercándose a mi con paso firme. Sus tacones hacen eco con cada paso que da, como de costumbre luce semejante a una diosa, muy empoderada, con la cabeza en alto y la postura firme.

—Créeme, querida, cuando te digo que todo lo que tengo no me pertenece —digo alzando mis cejas—. Es lo que tiene vivir teniéndolo todo.

—Que humilde salió el niño —ironizó tomando asiento, como si fuese la dueña de esta empresa y el lugar le perteneciera—. No voy a ir con jueguitos, Demian, tienes algo que no es tuyo, ¿qué quieres a cambio?

Sonrío. Soy consciente del camino que está tomando esta conversación y me hace gracia, más gracia de la que le va a hacer a ella cuando se entere. ¿Iba a jugar un rato más a eso de que tenía grabado en mi teléfono móvil un vídeo de ella besándose con su supuesta amiga? Pues claro, vamos a ver hasta donde podía llegar.

—¿Qué puedes ofrecerme a cambio? —chasqueo mi lengua contra mi paladar y la observo con detenimiento, llevaba el cabello atado, las facciones de su rostro destacaban más de esa manera.

—¿Dinero? —intuye—. Tu padre tiene todo un imperio, triplica todo el de mi familiares juntos.

—No, no quiero dinero, no me hace ninguna falta —admito—. Continúa.

—¿Sexo? —alza sus cejas—. Los jóvenes con tu edad piensan en ello todo el tiempo, no creo que tú seas la excepción. ¿Eres un chico frustrado en busca de una chica con la que perder la virginidad?

Está dando por hecho que yo a mis diecisiete años no he mantenido relaciones sexuales. Casi me río, pero por respeto no lo hago.

—No, Ivanna, ya he perdido la virginidad con una mujer. —Le hago saber—. Pero en el caso de que quisiera sexo, ¿sería contigo?

Estaba sintiendo ya como mis pies se quemaban por entrar en terreno caliente. Pisaba el fuego y disfrutaba de la llama que este me producía.

—¿Tú quieres acostarte conmigo? —No parece sorprendida cuando lo pregunta.

—Tal vez no solo contigo, ¿que me dices de un trio? —provoco, sonriendo de lado como suele hacer mi padre cuando negocia.

Su mandíbula se tensa, intenta disimularlo pero su expresión ha endurecido. Este juego iba a terminar mal si seguía así, pero era divertido jugarlo, ya habría tiempo de arrepentirse más tarde. ¡La vida es corta! Tengo diecisiete añitos y por mucho mal que cause no voy a terminar en la cárcel. Todo ventajas.

—Soy una mujer con poca paciencia que no tolera a los niños ridículos como tú.

—Acudiste tú a mi, Ivanna, tengo algo que te pertenece y a cambio no me interesa el dinero ni el sexo, por muy buena que estés, quiero información —finjo alisar una invisible arruga de mi camisa—. Tú puedes darme respuestas.

—No voy a decirte ni una palabra.

—Vaya por Dios, entonces no tenemos un trato —camino hasta la puerta y abro esta, indicándole con la cabeza que se retire—. Ha sido un placer volver a coincidir contigo, ahora fuera de esta empresa, cuando de verdad quieras hacer un trato ven a verme. Estaré esperando ese momento.

Se levanta, enfurecida y cierra la puerta de un portazo. No me sobresalto. Su mano toma mi rostro con tanta fuerza que incluso puedo sentir sus uñas clavándose en mis mejillas. Después, por si fuera poco, acerca su cara a la mía.

—Te lo repetiré una última vez: Soy una mujer con poca paciencia que no tolera a los niños ridículos como tú —sisea—. Este número te lo ahorras, corazón. ¿Qué quieres saber? ¿Si soy lesbiana? No, no lo soy, soy bisexuales... Y si, mantengo una relación abierta con Julienne, pero todo esto tú ya lo sabías porque eres inteligente y no tardaste demasiado en darte cuenta. Ahora borra lo que quiera que hayas grabado.

—¿O qué?

—No quieres jugar contra mi, Colón.

—No, quiero jugar contigo —aclaro.

Su boca se estampa contra la mía antes de que pueda reaccionar, sus labios se empalmaron bajo los míos, buscando tener el control de ese beso que ella había iniciado. Su sabor era exquisito pero nuestra manera de besarnos era rara, ninguno de los dos quiso ceder, no cerramos los ojos en ningún momento. El primer beso que di con los ojos abiertos, el primero que me sería difícil de olvidar.

—Jugar conmigo —repitió sobre mis labios—, entonces juguemos.

Trago saliva cuando su mano desciende por mi abdomen con una clara dirección. Inhalo de manera sonora cuando toca mi entrepierna sobre la tela de mi pantalón.

—Dime, ¿en quien pensabas mientras te masturbabas? —pregunta—. ¿De casualidad en mi? ¿En mi novia?

—En las dos, para que ninguna se pusiera celosa al enterarse.

Ese comentario le hace reír, quizá si sus dedos no se estuvieran moviendo en una parte tan sensible de mi cuerpo también me habría reído pero no fue el caso.

—No somos celosas —aclara—. Así que podría compartir a la pelirosa contigo sin ponerme ni un pelín celosa. Si algún día quieres probar solo tienes que llamarme, creo que tu padre tiene mi número, es tan sencillo como pedírselo. —Me guiña un ojo antes de apartar sus manos de mi cuerpo—. Ahora me voy a ir, no me apetece seguir tocándole la polla a un menor de edad, vergüenza me estoy dando.

Aparta mi cuerpo de su camino y abre la puerta para salir por esta como si nada hubiera pasado. Yo me quedo más manoseado que las naranjas del supermercado.

No había conseguido lo que venía a buscar, era obvio que ya salía de aquí ideando su plan B. Estaba listo para el bombardeo, no estaba listo para volver a tener su mano en mi entrepierna porque para la próxima lloriquearía para que no la alejara. Era de mala educación tocarle la polla a alguien de ese modo para después marchar como si nada. Eso no se hace.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now