27. ¿Las amigas se besan? Pregunta seria

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—¡Ay, me duele! ¡Me golpeé la cabeza! —Me dejé caer y Jess soltó una palabrota antes de atraparme con sus fuertes brazos—. ¡Me muero!

—Cállate y ve al hospital. —El encargado me echó con un gesto de la mano—. No te mueras aquí.

Levanté la cabeza.

—¿Me vas a pagar?

—No, claro que no. No has hecho nada y encima te quieres morir en mi negocio.

Quise protestar, pero Jess pasó un brazo por mi cintura para alejarme de la multitud.

—Vamos, abuelita. A tomar tu medicina.

Lo dijo en un tono dulce, pero por la mirada que me echó, supe que ese tono iba a cambiar si no le obedecía.

Qué suerte para ella que a mi me gustaba obedecer.

La dejé llevarme a la salida. La gente no se apartaba al vernos, así que Jessica tuvo que empujar a varias personas para hacerse camino.

Salimos por la puerta principal y todas las miradas de las personas que estaban esperando para entrar se clavaron en nosotras. Jessica saludó con la mano a alguien de la fila que acababa de sacar una cámara, como si fuera un fan, así que yo la imité.

Intenté sin mucho éxito ignorar las cámaras de los teléfonos apuntándonos.

—¿No te da miedo que nos vean juntas? —le pregunté, un poco nerviosa.

—No es como si nos tuviéramos que seguir escondiendo —respondió una vez que pasamos la fila de personas—. Y la gente sabe que te estoy acompañando al hospital.

De repente recordé que se suponía que estaba enfadada con ella.

—¿Tengo que estar al borde de la muerte para que me prestes atención?

Jess me miró sin bajar el mentón.

—Sí. Porque no somos nada.

Ay, me dolió.

Me dolió más que un México corrupto.

—¿No podemos ser amigas, al menos? —le pregunté mientras la guiaba a mi auto—. ¿Porfi? No, espera un momento. —La aparté para caminar por mi cuenta—. ¡¿Por qué me pusiste un bozal legal?!

—Porque no quiero que hables de mí.

Jess continuó caminando, así que tuve que seguirla.

—¡No estaba hablando de ti!

—¿En serio? —se detuvo y puso una mano en mi pecho para impedir que me acercara más— ¿Y esas entrevistas a las que estuviste yendo toda la semana?

—¿Qué? Lo hice para protegerte. Para que no te llamaran a ti.

—Pues yo no te pedí que lo hicieras.

Me pasé una mano por el rostro, frustrada. 

—Sí, ya sé que puedes sola y eso. Pero yo también tuve mi parte en todo esto ¿No te pareció que tú también pudiste consultarme antes de decir toda la verdad? No puedo quedarme sentada mientras el mundo arde. —Ella no respondió, así que continué—. ¿No podemos estar juntas? Está bien. Lo respeto. Pero no puedes echarme del tablero cuando yo también fui un jugador. Tiene que haber un intermedio.

No la quería menos que hace dos semanas y sabía que probablemente me doliera lo mismo o más el tenerla como amiga que el no tenerla, pero al menos quería poder apoyarla sin sentirme como si estuviera haciendo algo mal: dejarle comentarios de ánimos, estar para ella cuando lo necesitara, hablar con ella en clases... 

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTAWhere stories live. Discover now