Capítulo 19. Entonces, sois veganas

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Las pizzas eran artesanales. Nada de compradas en el super. Se notaba que estaban acabadas de hornear e incluso —y así lo vio con facilidad Laura— seguramente hechas a base de masa madre.

—Son artesanales, ¿verdad? —La anfitriona iba sirviendo dos porciones a cada persona mientras Marlene dejaba el resto en el centro de la mesa.

—Sí. Todo lo que comemos aquí es artesanal —respondió Anabel.

—A mi hermana no le gusta eso de comprar y comer. Tiene que haber una cocina de por medio.

A Laura le encantó la idea. Aquello era material de primera y ella sabía de lo que hablaba.

—Qué esponjosa y a la vez crujiente —observó la chica—. Hecha con masa madre...

—¡Si! —se alegró Anabel.

A Anabel le sorprendió la perspicacia de Laura.

—Parece ser que la novata sabe del tema —intervino Marta.

Lo cierto es que a Laura le encantaba la cocina y todo lo relacionado con el mundo de la cocina. Seguía a muchos cocineros en las redes y presumía de saber hacer una lasaña de ocho pisos sin perder la forma.

—También debes saber —esperó a criticar Lidia— que si estás aquí, al igual que todos nosotros, sólo vas a poder comer lo que nos den estas dos de aquí.

No acababa de comprender.

—Vegetarianismo, princesa —recalcó Marta.

—Aquí estamos en contra de comer carne ni nada que proceda de los animales —dijo Anabel.

—Entonces, sois veganas —corrigió Laura.

Anabel se sentó en su silla al unísono que Marlene, que estaba con los franceses.

—Sí, exacto —le brillaban los ojos.

Lidia aprovechó para indagar.

—¿Y qué opinas Laura?

—Yo no soy vegetariana, pero sé que el veganismo ofrece dietas increíblemente saludables. De hecho, yo soy alérgica a los frutos secos y al huevo, o sea que...

Anabel parecía alegrarse. La joven había ganado puntos. Para la anfitriona, la comida era algo sagrado. Según su opinión, ella era lo que comía. Por tanto, sus huéspedes deberían regirse por aquellas normas.

El hostal era más hogareño de lo que podía llegar a pensarse Laura. Era inusual que la propietaria del hostal comiera con sus huéspedes, y aún menos que el menú estuviera cerrado a criterio propio. Se trataba de un servicio peculiar, merecedor de alabanzas. Pero Laura también pensó que la mayoría allí eran familiares y amigos.

Devuélveme mi sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora