Capítulo I

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–¿Cual es la emergencia?– preguntó Batman mientras el resto de la Liga llegaba.

–Tenemos información que nos indican tráfico de armas y posiblemente una nueva droga en Filipinas– explicó el detective Marciano –tenemos las coordenadas de la zona, al parecer será una embarcación.

–También hay sospechas de que sean financiados por una empresa importante– dijo Superman.

–¿Cuándo se realizará?

–Quisieron engañarnos que sería dentro de una semana, pero una fuente nos ha informado que será hoy– dijo la Mujer Maravilla mirándolos.

–Bien, iremos Mujer Maravilla, Superman, Detective Marciano, Zatara, Linternas Verdes, Flecha Verde y yo, ahora andando– ordenó Batman para luego salir de la sala con los demás siguiéndole el paso.

Cuando llegar al lugar, observaron como varios hombres armados cargaban un barco con armas ilegales y varios barriles llenos de una sustancia azúl. Al intervenir, lograron detener el barco antes que zarpara y arrestar a la mayoría de los hombres.

–Los llevaremos al salón de la justicia para interrogarlos– dijo Batman al lado de Superman mirando a los que habían capturado.

–Batman, tenemos que hablar– dijo Flecha Verde acercándose.

–Ve, nosotros nos encargaremos– dijo Superman poniendo su mano en el hombro de Batman.

Los miembros de la Liga se alejaron en dirección de los hombres arrestados, dejando a Batman y a Flecha Verde a solas.

–Investigue el barco y algunos de los hombres– dijo Flecha Verde mirando el barco antes de voltear a ver a Batman con seriedad –según dicen, los involucrados son las personas de DrForce.

–¿Estás seguro?– preguntó Batman con seriedad.

–Si no me crees ve a verlo por ti mismo– dijo moviendo su cabeza en dirección del barco –deberías de contactarla, no estaría demás confirmarlo.

–Gracias– dijo Batman asintiendo.

Dándole una última mirada al lugar, se alejó mientras sacaba la pantalla digital y marcando un número.

–Tenemos que hablar– dijo Batman con seriedad –ahora.






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Al estacionarse y bajarse de su auto, Bruce observó el edificio de cinco pisos sumamente grande a lo largo y ancho.

Frunció el ceño y suspiró antes de cerrar la puerta de su auto para caminar hacia la entrada principal.

–Buenas tardes, Sr. Wayne– dijo el de seguridad abriendo la puerta –me alegra verlo de nuevo.

–Buenas tarde, Sr. Nelson– dijo Bruce sonriendo –también me alegra verlo, ¿Todo bien?

–Todo bien, gracias por preguntar– dijo asintiendo y sonriendo –buena suerte hoy, no la ví de humor.

–Es bueno saberlo– dijo Bruce suspirando.

Caminó en dirección al elevador, al mismo tiempo que otro hombre con varias carpetas en brazo entraba con él.

–¿Necesitas ayuda?– preguntó Bruce mirándolo.

–Estoy bien, graci... ¿Sr. Wayne?

–Hola, Thierry– dijo sonriendo de lado –me dijeron que hoy no está de humor.

–No lo está, no lo está para nada– susurró Thierry y suspiró con cansancio mientras acomoda las carpetas en sus brazos.

Permanecieron en silencio hasta que las puertas del elevador se abrieron y ambos salieron, caminando por el pasillo hasta llegar a una puerta negra con decoración de vidrio.

–Espere aquí por favor– dijo Thierry mirándolo antes de entrar y cerrar la puerta detrás de él.

Mientras esperaba, Bruce observó el lugar por unos segundos antes que la puerta se abriera.

–Pasé, Sr. Wayne.

–Gracias Thierry.

Entrando a la oficina, miró a su alrededor; había un sofá largo y uno personal, algunos estantes con libros, papeles y aparatos electrónicos.

De frente se encontraba el escritorio con dos sillas y una silla giratoria que estaba dando la espalda, mirando hacia las grandes ventanas de vidrio.

–Thierry, ¿Podrías ver que no nos molesten, por favor?

–Enseguida, señorita– dijo Thierry inclinándose hacia su dirección para luego salir, cerrando la puerta detrás de él.

Una vez que estuvieron a solas, Bruce se acercó para sentarse en una de las sillas. Al mismo tiempo que la giratoria se volteaba, quedando frente a frente.

–Cuando me llamaste, pensé que estabas en tu lecho de muerte.

–Iré directo al grano– dijo Bruce frunciendo el ceño –se rumorea que la gente de DrForce estuvo involucrada hace dos noches con una embarcación de armas ilegales y una nueva droga, ¿Qué tienes para decir?

–Ninguna de esas personas eran mis hombres, no los confundas con ratas– dijo mientras agarraba unas hojas para leer.

–Sé que sabes algo, y no estoy para juegos.

–Tampoco yo– respondió frunciendo el ceño –si sólo veniste a esto, pierdes tiempo valioso.

–Si no fue tu gente al menos sabes algo, la que está perdiendo tiempo eres tú– dijo Bruce y se levantó de la silla –aprovecharé los días que me quedan en Manila y visitaremos tu casa, ¿Qué dices?

–No estás en edad de jugar fuego con fuego, Brucy.

–Mándame la dirección antes que lo consiga por mi cuenta– dijo caminando hacia la puerta –estaremos ahí a las ocho para la cena, Atenea.

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