Encuentros.

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La primera vez que Kyle vio a Valentín fue en un concierto de violín.

Apenas terminó la pieza y el público rompió en aplausos, Kyle hizo una reverencia pequeña para agradecer. Y valla que lo agradeció.

El mundo perdió su color. Todos eran grises menos él. Una llamativa flor rojiza entre la neblina.

Su exótica coloración no fue lo único que le llamo la atención. Tampoco el traje Armani hecho a la medida.

Sinceramente, Valentín tenía un no-sé-qué que a Kyle le volvió loco.

Estaba seguro que en sus 23 años de vida no había visto nada igual a aquel hermoso joven muñeco de porcelana.

La segunda vez, fue en una televisora. Kyle tendría una entrevista no muy importante, pero aun así llego temprano a la cita.

Estaba algo distraído cuando lo vio pasar frente a él. Llevaba lentes de montura circular sin mica, una camisa blanca con tirantes y cuello azul marino, un corbatín rosa y pantalones de vestir negros. A diferencia de la primera vez su cabello parecía despeinado apropósito.

Estaba tomado de la mano con otro chico.

Kyle sintió una cascada de emociones no muy lindas al verlos sin entender el por qué.

Su tercer encuentro, cara a cara pues Kyle había visto al joven Forcond en las noticias, periódicos y demás medios de comunicación durante al menos dos semanas, fue en la fiesta de algún tipo rico.

Kyle fue contratado para tocar en un cuarteto de cuerdas y dar ambiente a la velada.

Valentín vestía de nuevo un costoso Armani a la medida. Solo que ahora su cabello rojizo estaba siendo detenido por una fina diadema de plata, dándole un toque juvenil.

No debería tener más de 19 años.

Los demás encuentros no fueron realmente extraordinarios.

Hasta su noveno encuentro.

Fue en un bar de cierta clase. Kyle iba con intensión de relajarse un poco. Intensión que desapareció en cuanto vio a su preciado pelirrojo.

Se acercó sutilmente para no asustarlo. Aunque el joven no notó la otra presencia realmente.

—Lo siento. ¿Quisiera contarme lo que le pasa?—

Unos brillantes ojos dispares llenos de lágrimas se alzaron curiosos al chico que estaba frente a ellos.

Valentín se encogió de hombros.

—Lloro por alguien que no se lo merece. Nunca se mereció nada mío. Era un idiota.—

Una sensación de alivio y rabia a partes iguales se instaló en el pecho de Kyle por un segundo.

Tomo la mano pálida del joven que estaba sobre la mesa.

—No llores por un imbécil. Si te hizo llorar no merece tus lágrimas.—

Una suave sonrisa se instaló en los labios de Valentín.

El corazón de Kyle dio un pequeño salto en su lugar con esa simple acción.

Sus siguientes coincidencias no fueron nada del otro mundo. Además eran tan repetitivas que no creo valga la pena contarlas.

No fue hasta la quincuagésima tercera cita oficial, o la vez número sesenta y ocho que Kyle miraba a Valentín, que paso algo interesante.

Kyle ensayaba con su violín en su casa mientras Valentín le hacia compañía en el piano. Tocaban melodías hermosas. Las cuatro estaciones de Vivaldi, El cascanueces de Tchaikovsky y el Trino del Diablo de Paganini.

Encuentros.Where stories live. Discover now