Capítulo 14

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~GALA~

—¿Por qué no te gusta tu nombre?

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¿Por qué no te gusta tu nombre?

Es lo primero que pregunto luego de un largo silencio incómodo. El mutismo que nos cubrió se sentía asfixiante y sé que ahora las cosas han cambiado para nosotros. O eso creo.

León no me responde, sus ojos están fijos hacia el cielo mientras dibuja círculos invisibles en la piel descubierta de mi cadera.

Yo estoy sobre uno de sus brazos, pegada a su pecho y con el mío rodeándolo hasta donde puedo. Nuestras caras están muy cercas, tanto así que percibimos el aliento alcoholizado del otro.

Llevo mis dedos hacia su rostro y los paso por sus cejas tupidas, marrones al igual que sus ojos. No deja de observar los míos mientras aprieta la mandíbula marcada que lo hace ver mucho más atractivo.

—Es feo —responde al fin.

Río al notar cómo arruga el entrecejo y me quedo embobada cuando se pasa una mano por el pelo rizado que le cae por la frente. León es un chico apuesto, demasiado, su altura y complexión física son las perfectas para hacerte caer de un solo vistazo.

—Claro que no —replico divertida—. Es de origen griego, significa ‘de la casta de los leones’. Fue un nombre que llevaron varios reyes de Esparta, como el héroe de la batalla de las Termópilas. Así que debes sentirte afortunado de llevarlo.

—Vaya, no sé si sentirme halagado o aterrado porque perdiste tu tiempo buscando mi horrible nombre en Google.

La manera en la que habla me hace sonreír como boba, pero al segundo trato de relajarme porque me apena que piense cosas que no son.

—Fue por casualidad, no es como si entré solo para eso. Además, todos lo saben —digo como si fuera obvio y él bufa. Ahora tiene la mano sobre su cara.

—Como digas...

—También descubrí que Las leónidas son una lluvia de meteoros que se produce cada año entre el quince y el veintiuno de noviembre, alcanzando un máximo de intensidad cada treinta y tres años.

—¿Y tu punto es...? —pregunta irónico.

—Que debes sentirte orgulloso, no avergonzarte ni ponerte como un loco cuando te lo mencionan —explico obvia.

Escucho que resopla con cansancio para luego sentarse en la grama. Hago lo mismo, quedando frente a él, sin dejar de mirarlo con intensidad.

—Se burlaban de mí cuando era niño, Gala, decían que me llamaba como un viejo decrépito —relata serio—. Eran crueles, me ponían un sinnúmero de apodos horribles y hasta me golpeaban cuando entraba al baño...

Mi corazón se encoge al escucharlo, es increíble lo mucho que te pueden marcar las palabras de otros.

—Sabes que mentían, ¿cierto? —Asiente dudoso.

—No me interesa ya, me gusta que me llamen León y punto.

Me encojo de hombros, sin saber qué más decirle. Él bosteza y, debido al espejismo, hago lo mismo dándome cuenta de lo agotada que me encuentro.

Aprovecho que está perdido en sus pensamientos para acercarme, encierro su cuello entre mis brazos y junto mis labios con los suyos. No dejamos de mirarnos a los ojos, hasta que soy yo que tengo que cerrarlos al sentir su lengua en toda mi cavidad bucal.

Me espanta la manera en la que me aleja, tan brusca que casi caigo al piso de bruces.

—Esto es un error, engendro —habla con la voz entrecortada—. Lamento decirte que no siento lo mismo por ti.

Se levanta y camina tambaleante hacia la casa de lo borracho que está.

La vista se me nubla, un nudo se ha instalado en mi estómago y esto provoca que me duela. No logro comprender qué es lo que me afecta más, que me haya llamado engendro o la manera tan humillante de rechazarme.

════ ∘◦❁◦∘ ════

El dolor de cabeza es insoportable, pero no tanto como la molesta de mi madre y sus peleas porque me escapé de la fiesta de cumpleaños sin avisar. Desde temprano se instaló en la habitación y no ha dejado de decirme lo desconsiderada que soy.

—¿Sabes el gran esfuerzo que pusimos Leonardo y yo para que nos hicieras eso? Encima te apareces de madrugada, sola y apestando a alcohol.

Ruedo los ojos mientras me levanto de la cama, decidida a darme una ducha fría.

—Ya soy mayor de edad, mamá, no tienes por qué tratarme como a una niña —replico furiosa.

—Solo me preocupo por ti...

—Eso lo tenías que haber pensado cuando decidiste por mí y me trajiste a este horrible lugar —reclamo como una cría.

Ella se queda sin habla, así que aprovecho esto para caminar deprisa hacia el baño y encerrarme.

Entro a la ducha y abro el grifo sin siquiera desnudarme, el agua fría me hace tirar un gritito y pateo las baldosas con rabia. El hecho de que yo no había bebido lo suficiente anoche me hace recordar con claridad todos los detalles de una de las vergüenzas más grandes que he pasado.

Le dije a León que me gustaba, lo besé y él me correspondió. ¿Para qué? Para que luego me rechazara. Odio llorar, pero ahora mismo se me hace tan difícil retener las lágrimas, aun si soy una experta en eso.

Me siento humillada, rebajada, estúpida.

Dejo de moverme, estoy sin fuerzas ni deseo de respirar. Se supone que solo acepté venir para apoyar a mi madre y cerciorarme de que Leonardo no iba a jugar con ella. Ahora puedo tratar de hacer mi vida lejos, quizás irme con mi papá o estudiar en otro país.

Me siento en el piso de la ducha, rodeo mis piernas con los brazos y cierro los ojos en un intento de calmar el dolor punzante que siento en el pecho. Me cuesta aceptar que estoy perdida, esto que siento por ese inútil va más allá que un simple flechazo.

Imágenes de la chica rubia me inundan la mente, quizás León y ella son algo y por eso me rechazó.

Este pensamiento no me abandona mientras salgo y me visto con algo cómodo. Decido ir a desayunar, no quiero tener otra discusión con mi mamá ni escuchar su cantaleta por horas.

Una cosa me queda clara: León se va a arrepentir de haberme tratado de esa manera anoche.

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Y llegaste tú © [Saga Tú: Libro 1] (Pronto En Papel)Where stories live. Discover now