— ¿Por qué mejor no hablamos sobre su boda? — sugirió Isabella.

— ¿Sobre la boda? Pff... ya hablamos mucho sobre ello. Cuéntenme historias sobre cuando eran amigos en Hogwarts.

— Theo me ayudaba mucho con las tareas.

— ¿Sí?

— Muchísimo — aseguró Isabella —. Gracias a él, yo no reprobaba.

— Bella era muy buena en pociones.

— Eso era porque tú me ayudabas, Theo. Eras dos años mayor que yo, ya te sabías todas las pociones y eso.

— Yo adoraba ayudarte, Bella.

Isabella se ruborizó por la incomodidad, bajo la mirada y decidió no responder.

— Qué lindo mi prometido, ¿no?

— Te ganaste la lotería mágica.— bromeó Isabella.

— Nuestros hijos nacerán al mismo tiempo, Bella.

— ¿Cuántos meses tienes?

— No sé.

— Oh...

— ¿Y cómo te sientes con la maldición de sangre? ¿Tienes algún síntoma, o algo?

— Muy bien, no tengo ningún síntoma raro.

— Espero que podamos encontrar una solución — dijo, con sinceridad —. No soportaría que te pasará algo malo.

— Y no me pasará. No creo en la maldición de sangre.

— Debes cuidarte, Isabella.— opinó Theo.

— Draco me está dando los cuidados necesarios.

— ¿Draco te cuida? — inquirió Astoria.

— Todo el día.— jugó con sus manos en su regazo.

— Draco está muy preocupado.

— Y no tiene por qué estarlo. Estoy bien, estaré bien.

Al ver que el cielo se había despejado, los tres se pusieron en pie. Isabella trato de pagar la mitad de la cuenta junto con Theo, pero el chico se negó rotundamente.

Se despidió de los dos y usó la aparición, llegando a su nuevo hogar.

La puerta al verla, se abrió automáticamente dándole la entrada.

Isabella inhaló profundamente, dejó su cartera y el gorro de lana sobre un sofá; entonces se dirigió hacia la habitación.

Con cada paso que daba, las risas provenientes de su habitación se hacían más claras.

Frunció el ceño ante eso y su corazón comenzó a acelerarse.

«No, no, no.»

Tomó una gran bocanada de aire y abrió la puerta.

— ¿Qué está pa... — su voz se volvió cada vez más baja al ver a su esposo con un martillo Muggle en mano.

— Bell, ven aquí — la muchacha se acercó a él, dubitativa —. Florence, ella es mi esposa Isabella. Isabella ella es Florence, mi secretaria.

— Hola, Isabella.— la mujer le tendió la mano.

Isabella la aceptó.

— Pensamos que llegarías más tarde.

Todavia no sabía lo que estaba pasando, así que simplemente sonrió y trató de tranquilizarse.

— Queríamos darte una sorpresa — prosiguió Draco —. No sé usar bien esto — le enseñó el martillo —, pero Florence insistió hacerlo así.

Arranged marriage. (D.M)Onde histórias criam vida. Descubra agora