Capítulo I : Sempiterno

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—¡Hyung, mira!

Yeonjun se encontraba ocupado bajando de un árbol, en cuanto aterrizó sobre el césped haciendo que parte de este le entrase en la boca, se puso de pie y dio una vuelta.
—Beomgyu, ¿Qué estás haciendo?

—¡Ven rápido o el viento se lo llevará! ¡Mira! —el más joven exclamó con emoción, agachándose a mitad del campo, cubriendo algo con su mano.

Yeonjun rió suavemente mientras caminaba hacia él. Sentado justo al medio de aquella empinada colina, Beomgyu se veía mucho más pequeño que de costumbre.
—¿Qué es eso? —preguntó una vez tomó asiento junto a él.

Con una gran sonrisa, el muchacho en cuestión quitó poco a poco sus manos, revelando así el objeto que estuvo protegiendo con mucho cuidado del viento de aquel atardecer primaveral.

Eran dos grandes y perfectos dientes de león—blancos como la nieve, redondos como una pelota, sin ni una sola pieza fuera de lugar.

Beomgyu notó cómo Yeonjun observaba con asombro, soltó una corta risa y le alcanzó uno al mayor.
—¡Ten! ¿Sabías que cuando ves un diente de león, puedes pedir un deseo antes de soplarlo, y se hará realidad?

Yeonjun arqueó una ceja. Beomgyu no parecía del tipo de persona que se interesase en cosas como esa.
—¿En serio? ¿O acaso lo estás inventando? —musitó, volteando a ver al más joven con una mirada cuestionable con el propósito de fastidiarle un poco.

—¡Claro que no! Mi tío me lo contó una vez. Rápido, cierra los ojos y pide un deseo —tomó una breve pausa y pronunció lo siguiente—: Hay que hacerlo juntos.

Beomgyu meneó un poco su mano libre, a duras penas podía contener su entusiasmo. Con una sonrisa aún plasmada en el rostro, cerró los ojos—con suma fuerza, tanto así que leves arrugas se formaron en sus párpados. Si Yeonjun lo encontraba cautivante, no se lo haría saber. Tan solo se tomó un segundo para observar al menor, y tras sonreír para sí mismo también cerró sus ojos.

Lo que deseó, preferiría llevárselo a la tumba antes que admitirlo en voz alta.

Deseo siempre pasar mis mañanas junto a ti, hasta el fin de la eternidad.

Cuando volvió a abrir los ojos, los de Beomgyu ya no estaban cerrados. Sino que aquellos le miraban expectante; como si el más pequeño estuviese esperando a que él pidiese su deseo.

Yeonjun rió un poco antes de asentir y darle a Beomgyu aquella luz verde que tanto estaba esperando. La sonrisa que el menor le dedicó no podía verse aun más brillante que en este preciso momento, justo antes de que ambos soplasen sus dientes de león.

—¿Qué deseo pediste? —Yeonjun le dio un leve empujón con el hombro, notando cómo pequeños rastros de su propio diente de león habían caído sobre ambos esparciéndose como copos de nieve.

—¡Hyung, no te lo puedo decir! ¡O no se hará realidad! —se quejó el menor, volteando la cabeza en otra dirección mientras hacía un mohín.

—Aw, pero tú siempre le cuentas todo a tu hyung —continuó Yeonjun, tumbando al más bajo para que se recostase en el césped. Beomgyu frunció el ceño mas no dijo nada ni puso resistencia alguna.

El sol se encontraba encima de ellos. El viento se sentía cálido y tranquilo, a la distancia Yeonjun podía escuchar el cantar de unas aves. Pequeñas gotas de rocío les humedecieron la ropa en cuanto bajaron rodando de aquella colina, pero a ninguno le parecía importar. Sus risas ahogaron el silencio del parque; como si tan solo fueran ellos dos los únicos presentes en este grande y vasto mundo.

Under the sky in room 553 I discovered you and I - [Traducción]Kde žijí příběhy. Začni objevovat