1. El Ladronzuelo

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Pese a sus esfuerzos por disimular las evidencias físicas de su cansancio, debido a haberse pasado buena parte de la noche anterior sin dormir, Cade no pudo contener el bostezo que se le escapó. Y en cuanto abrió los ojos alarmado por su propia indiscreción y retornó la vista al pizarrón, se enfrentó allí a lo que más había temido que pasara. El maestro Wilson lo taladraba con una mirada llena de reproche.

Supuso que aguardaba por la respuesta a alguna pregunta que él no se había molestado en oír y miró a su alrededor en busca de un alma piadosa o alguna pista que le sacara del aprieto; pero todos le hurtaron la mirada con nerviosismo. Nadie querría enfadar a Wilson tan pronto en el periodo.

—Uh... ¿disculpe? —tuvo que mascullar.

—He dicho, Señor Bowen —repitió el maestro—, que si sería tan amable de despertar a su compañero.

Cade parpadeó sin comprender. Después giró sobre su silla, alertado por el inconfundible sonido de un ronquido, y vio la alborotada melena rubia de su mejor amigo vertida entre sus brazos cruzados sobre la mesa, los cuales ocultaban su rostro dormido.

—Alex... —lo llamó Cade, y lo movió por el hombro.

Aquel despertó de golpe con un sonoro ronquido que desencadenó un intenso barullo de risas contenidas a su alrededor, y cuando Alex levantó la cabeza, tenía los cristales de los anteojos para leer pegados a la frente, y en la mejilla una larga raya de bolígrafo.

—Parece que ninguno de los dos durmió lo suficiente anoche. —El señor Wilson parecía estar de mejor humor que de costumbre, pero todos los maestros lo estaban al comienzo del periodo. Eso cambiaria pronto—. Presten atención. Cuando se vayan a casa podrán dormirse en el autobús y rogar por despertar en la parada correcta —los reprendió con poca energía, antes de volverse al pizarrón, meneando la cabeza—. Me encanta el entusiasmo de mis estudiantes el primer día de clase. Va a ser un año fenomenal...

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Terminadas las clases, desde que habían cruzado la puerta del salón; después de seis largas horas sin hacer mucho más que un rápido repaso de las materias a tratar durante el año y revisar el calendario de exámenes; y durante todo su trayecto hasta la salida, Alex no dejó de quejarse:

—Te lo juro por dios. Ni siquiera podía pasearme en calzoncillos por mi propio salón a gusto con el calor que hacía; porque allí estaban las amigas de Gwen, pintándose las uñas y cotorreando. Y ni siquiera salí de vacaciones.

Cade movió la cabeza con una sonrisa. Alex siempre estaba especialmente malhumorado al término de las vacaciones. Lo escuchó pacientemente, aunque en el fondo envidiaba la suerte de su amigo:

—Al menos tú tenías a gente en casa —no pudo evitar señalarle.

Su madre había pasado los últimos tres meses encerrada en su estudio, ocupada en un gran proyecto, y su padre había estado en el mar todo el verano, y no regresaría sino hasta términos del otoño. De manera que él tampoco había salido a ningún lugar de vacaciones; aparte de ir de campamento al lago a las afueras de la ciudad con Alex y Nathan casi al comienzo del verano.

Bajo los SaucesWhere stories live. Discover now