Capítulo 54 - Recuerdo

Start from the beginning
                                    

Con ya varios años en mi agenda pude darme cuenta del hecho, pero la primera vez que intenté enfrentar a mi padre al respecto solo obtuve respuestas ambiguas y sin sentido. De una manera u otra era yo el culpable de ello. En el Credo no es así, Huor nunca me culpó de nada, solo me demostró mi error y aconsejo para mejorar, de una manera cruel y poco ortodoxa debo decir. Pero jamás sin alejarse del sentido humano.

Elrohir, Finrod, Fëanáro, Merenwen, Nindë, Lólindir, Faelivrin, Huor, Lúthien, incluso el desgraciado de Idril. Con algunos he tenido momentos difíciles y con otros he peleado. Y eso nunca impidió mostrar camaradería, respeto, compañerismo. Finrod después del combate, aún abatido se acercó a mí para saber si me encontraba bien, Fëanáro me advirtió de lo cola de Idril, Merenwen me advirtió sobre sus habilidades, Lólindir se preocupó sobre mis intenciones y mis deseos, Faelivrin curó mis heridas, Huor es... Huor, no tengo mucho que decir de él. Lúthien... ella... ella, si no se preocupara tanto por mí, no sería capaz de hacerla derramar lágrimas y recibir una cachetada de su suave mano. No se volvería tan histérica si no tuviera interés en mí.

¿Será esa la razón que prefiero el Credo que mi hogar humano? Sé que no he sido muy social y he preferido entrenar y leer, pero aquí, solo tengo la presión de la universidad, de conseguir un trabajo, dejar de ser un vago, olvidarme de la fotografía, ganar dinero, ser una buena persona, verme bien, ES DEMASIADO.

Esa quizás no es la parte triste, sino que el lugar donde esperas apoyo y comprensión, sea también, la cuna de todas esas presiones.

Padre nunca ha estado de acuerdo con mi gusto por la fotografía, gracias a madre tengo mi cuarto obscuro en la casa que me dieron de mala gana. "no quiero que mi hijo sea un muerto de hambre" esa frase ha taladrado mi cerebro tanto que ya me he resignado de conseguir una respuesta diferente. No se trata de dinero, fama o algo así, solo me gusta hacerlo y lo hago bien, podría tener un estudio fotográfico, trabajar en la industria del cine o ser un reconocido fotógrafo de naturaleza para revistas importantes de circulación mundial. Pero esas palabras son de un haragán según mi padre. Un hombre exitoso no puede ser alguien que oprime un botón para ganarse la vida, debe estar detrás de un escritorio firmando papeles que generaran un futuro mejor... y que tenga un sueldo mayor a siete cifras.

Cómo hablar con alguien tan cerrado como él. Y es entonces donde reformulo la misma pregunta, ¿por qué estoy en camino a verlos?, ¿qué ha cambiado?

Ellos siguen siendo los mismos, entonces debe ser que yo cambié de alguna forma u otra. O estoy aprendiendo a perdonar... o soy un poco más hipócrita y manipulador... Me estoy volviendo más hipócrita y manipulador, es la única respuesta.

Apagué el motor al llegar a la casa de mis padres, caminé a la puerta y sin dudarlo toque el timbre. La puerta se abrió junto a una mujer con una expresión de total sorpresa.

- ¡Hijo!

- Hola madre, espero no llegar tarde.

- Para nada, estábamos a punto de salir.

En ese momento mi padre hace acto de presencia y con la quijada en el suelo camina para darme un innecesario e incómodo abrazo.

- Creía que no llegarías, pero caí en tu bromita. ¿Dónde está tu traje?

- En el auto padre, no pudiste dármelo.

- No importa, no tenemos tiempo para que te cambies.

Con gran emoción de su parte, partimos al teatro donde pasamos tres horas sentados sin intercambiar ni una sola palabra. Algunos amigos de padre nos acompañaron y pude escuchar los susurros de los supuestos logros que he alcanzado, todos ellos una gran mentira. Madre derramó lágrimas cada vez que volteaba y me encontraba a su lado, no parecía creerlo. Yo solo me abstuve a no decir nada.

El Credo - IniciaciónWhere stories live. Discover now