16. Un pueblo lleno de historias

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Nuestro pueblo cambió mucho. Puedo asegurar esto aunque no hace tanto tiempo de esta historia que os he narrado. Hoy, mientras escribo esto, tengo 17 años y me preparo para ir a la universidad. El Club de la Pita fue creciendo y sumando socios. Al principio, éramos solo tres amigos, Ava, Brandan y yo, pero con la pasión que mostrábamos conseguimos contagiar a muchos. En la actualidad es todo el pueblo quien se ha unido a este sueño mágico que conseguimos hacer realidad casi por casualidad.

Antes, los turistas venían solo por nuestras playas y nuestro clima, ahora también lo hacen para disfrutar de todo lo relacionado con el Club de la Pita. Nuestras calles están decoradas con poesías, historias, leyendas... Hay dibujos por todas partes que se van añadiendo poco a poco. Las casas blancas se ven preciosas decoradas con los cuentos mágicos que van creando sus ciudadanos.

Aquí colabora todo el mundo, ¿te puedes imaginar el pueblo? El ayuntamiento organiza cuentacuentos para niños pero también para adultos. Hay concursos todos los meses donde participan el alumnado de la escuela y personas de todas las edades, incluso de fuera de nuestro pueblo, que se ha hecho famoso por las historias que son capaces de escribir sus vecinos.

En lugar de venir en verano, los visitantes nos visitan durante todo el año. Es muy típico encontrarte gente siguiendo rutas literarias de las historias que se han escrito ambientadas en este lugar. Yo mismo disfruto cogiendo un libro y siguiendo por las calles de mi pueblo los escenarios donde supuestamente sucede la historia.

Hay cafeterías con nombres de historias que han creado los niños del colegio. Hay incluso un parque de atracciones lleno de juegos relacionados con nuestras invenciones. Y eso no es todo; ¡hemos creado una empresa! Sí, con ayuda de los adultos, claro está, pero está hecha. Se llama La Fábrica de Josef, como no podía ser de otra forma. Él nos dio su permiso e incluso viene a visitarnos frecuentemente. ¿Sabes?, con el tiempo descubrimos que el lápiz lo inventó un austriaco llamado Josef Hardtmuth en 1789, es mucha coincidencia, ¿no? Le preguntamos al artesano, pero dice que no tiene nada que ver. De hecho, si así fuera, tendría más de 200 años, ¡ni que fuese una tortuga!

En La Fábrica de Josef no solo hacemos lápices de miles, cientos de miles, de colores, formas y utilidades, sino muchas cosas más. Fabricamos libretas, estuches, papeles..., pero también libros electrónicos, que hemos nacido en la Era Digital.

Además, por cada diez productos que vendemos plantamos un árbol. Tanto es así que las montañas desérticas que rodeaban nuestro pueblo ya están plagadas de arbolitos que luchan por crecer. La madera que usamos procede de plantaciones cultivadas para eso; de esta forma, no talamos árboles innecesariamente.

La fábrica de lápicesWhere stories live. Discover now