Hazme olvidar

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Dos días después de aquella visita Gael por fin le dio una respuesta afirmativa a Cristóbal quien de inmediato se lo comentó a Eduardo, sirviendo de intermediario ya que el muchacho se negaba a hablar con su padre.

—Me alegra que estés de regreso Gael, Eduardo se había puesto de pie para saludar con un abrazo a su hijo, gesto que en nada conmovió al obstinado muchacho que devolvió el abrazo de una forma, aunque algo mecánica, fue socialmente aceptable.

—Tu socio y yo acordamos trabajar en paz, Gael se acomodaba en la silla frente al escritorio de Eduardo mientras daba a su padre los pormenores del arreglo al que llegaron ambos hombres, —Así que pierde cuidado conmigo, seré lo más suave que pueda con ese frágil hombre.

El tono sarcástico hizo suspirar con fastidio a Eduardo.

—Gael, solo intenta conocerlo, él no es un mal tipo.

La mirada cansada de Eduardo hizo considerar su postura a Gael.

—Mira hijo, Eduardo cruzó las manos por debajo de la barbilla —yo no he sido un maldito buen padre, pero eso no significa que no te quiera. Por favor mírate, eres un hombre independiente, y tu madre hizo un estupendo trabajo contigo.

Gael lo observaba curioso, él sabía que su padre lo quería, era solo que no tenía ese apego por él.

—Solo quiero que, si llego a faltar, a mi verdadero legado no le falte algo. Tu eres por mucho lo único bueno que he hecho en esta vida.

Eduardo cerró los ojos evitando las lágrimas. No quería ponerse sentimental y hacer pensar a su hijo en un tipo de chantaje emocional.

Pero eso estaba muy lejos de ser así, ya que Gael podía ser joven, pero era comprensivo.

—Tranquilo papá, pondré de mi parte para no buscar más problemas con tu socio.

Eduardo asintió tranquilo y mientras acordaron el regreso de Gael a la empresa.

Las cosas en la firma marchaban mejor desde su regreso. Acatando ambos hombres el trato acordado, ya que si bien no eran amigos, al menos eran cordiales entre ellos.

Los clientes estaban creciendo en número y Gael cumplía de forma puntual las entregas de trabajos así que se permitiría una salida a su club favorito.

Desde hacía días ya se sentía ansioso por relajarse con un buen momento y dejar que otra persona se hiciera cargo de él, por eso reviso su correo y verifico que el maestro no envió mensaje alguno cambiando su cita.

—Buenas noches Samael, Carter saludó al bello chico de negra cabellera y ropa entallada.

Toda su vestimenta era conservadora considerando que en el club la desnudez parcial era algo común.

—Chico, estás vestido para matar. La mirada divertida del recepcionista recorrió con picardía la silueta del muchacho.

Una risilla sonó en la garganta de Samael. — ¿Qué dices Rolando, tiene razón tu novio?

Samael miraba juguetón al Dom que apenado habiendo sido pillado por los chicos viéndole su trasero bajaba la mirada juguetonamente.

—Yo, yo creo que su señor será muy feliz hoy y por cierto aún no ha llegado, pero ya no debe tardar, le recomiendo que se apure y no lo haga esperar, pues el maestro odia la impuntualidad, sonrió Rolando.

Satisfecho y contento se despidió de la pareja, los cuales le agradaban sobremanera.

Desde la subasta rápidamente había corrido el rumor como reguero de pólvora que el maestro ya tenía un sumiso propio y ese era Samael. Por eso al entrar al club las miradas y murmullos le siguieron, ubicándolo rápidamente casi en la categoría de celebridad.

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