Maestro

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Una vez habiendo firmado el contrato para adquirir la membresía, Carter le entregó a Gael un pequeño libro el cual contenía reglas y códigos básicos para los nuevos miembros.

Esta especie de manual fue bien recibido por Gael ya que desconocía por completo aquel tipo de relaciones, quien además no recordaba haber estudiado tanto ni con tanto entusiasmo en su vida.

Había pasado una semana en la cual esperaba poder asistir ya con su rol establecido.

El muchacho había sido educado para ser totalmente independiente, pero deseaba por al menos ese momento ser el niño de alguien y así ser cuidado, pensaba que era una manera de descansar de su agobiante rol social y laboral en donde él era quien dominaba y mandaba.

Esa semana también la había pasado conociendo la empresa de su padre y discutiendo con el temperamental socio de este.

Cristóbal Gallardo... era un hombre de treinta y cinco años, bastante serio e imponente, bastante más alto que Gael, con el cabello rizado y estirado hasta cuello gracias a algún producto, sus facciones eran muy masculinas e intensas y sus penetrantes ojos azules no hacían más que resaltar la frialdad de su aspecto.

Un hombre lacónico, que decía solo lo necesario y nada más, con una voz profunda y una presencia que parecía intimidar a casi todos, menos a Gael.

Este hombre estaba acostumbrado a mandar, nunca a ser mandado y menos por un estudiante que se creía alguien solo por ser hijo del socio mayoritario.

Eso tenía que cambiar y mostraría al mocoso ese su lugar en aquel mundo del cual Cristóbal era el jodido amo.

—Eduardo, necesito hablar contigo sobre tu hijo.

Cristóbal se había aparecido en frente del escritorio del hombre mayor pero conservado aunque ahora se notaban más los signos de cansancio.

—Dime Cristo, en que puedo ayudarte, —Eduardo señalaba uno de los cómodos asientos delante de su escritorio.

—Me parece que incluir a un arrogante muchacho en la directiva de tu empresa es un enorme error,—Cristóbal se había sentado cómodamente cruzando una pierna sobre otra, mientras sacaba un habano el cual cortaba con su guillotina; lo prendía disfrutando de la primera calada.

Eduardo sonrió burlonamente, —¿Qué exactamente te molesta de todo esto?, ¡y vaya que eres directo!

—¡Joder, Eduardo!, ¡que es un mocoso el que viene a darme ordenes!, Las manos de Cristóbal se pasearon sobre su peinado cabello.

La risa estruendosa de Eduardo molestó más a su ya de por sí enfadado amigo.

—Mira Cristo, suspiró Eduardo como si con ello lograra tener más paciencia, —tú mejor que nadie sabe que necesito descanso y también estás enterado de que he sido un hijo de puta que no ha sabido ser un padre. El muchacho está solo, y además es por ley mi hijo, —Eduardo veía fijamente a su amigo, como si así se asegurará de ser comprendido —Entonces te vas haciendo a la idea de que el estará trabajando contigo y tú con él.

Cristóbal se levantó abruptamente de su asiento y salió de la oficina de Eduardo sin siquiera despedirse, dejando a su amigo con un palmo de narices.

Eduardo lejos de sentirse ofendido o algo parecido, sonrió complacido.

Conocía muy bien a Cristóbal para saber que este había aceptado lo que había dicho, pero que no lo admitiría y mucho menos delante de alguien.

—¡Esto está saliendo más que excelente!, —Eduardo se frotaba las manos como quien sabe que tiene la partida ganada.

Por su parte Gael se había instalado en un pequeño estudio que estaba sin ser aprovechado, estaba trabajando en unas ediciones que tenían en puerta para una escuela, cuando decidió salir y buscar al serigrafista se encontró de frente con el hombre de sus más odiadas pesadillas.

PerversoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang