Negó repetidamente, diciéndose mentalmente qué era un sueño y pronto despertaría, algo que obviamente no sucedió.

—Hazte a un lado, hace frío y quiero dormir —ordenó otra vez aquella voz tan parecida a la de ella—. ¿Honey?

—A-Atenea —susurró, sin creerlo todavía.

—No estás en un sueño, tonto. Soy real —susurró la chica y se inclinó levemente hacia adelanten, rozando su nariz con la de él.

Entonces Gabriel pudo apreciar el rostro de su amada. Sus ojos azules se veían brillosos debido a la lámpara de noche que se reflejaban en sus bellos ojos y su cabello azabache estaba suelto, tenía una sonrisa torcida como si se burlara de él. Le dio una rápida mirada a su cuerpo descubriendo que ella iba vestida con un pants algo calentitos debido al frío al igual que un suéter que la mantenía en una temperatura agradable para ella.

— ¿Qué haces aquí? —cuestiono el, todavía en shock.

—Tenia frío y que mejor que venir hasta donde ti para que me des calor —explicó ella.

— ¿Cómo entraste?

—Isabella.

—Lo debí de suponer —susurró él—. No tenías que venir desde tu casa hasta aquí.

—No debía pero yo quería y haga lo que quiero —se encogió de hombros.

— ¿Qué dirán tus padres? —volvió a cuestionar el chico.

—No se darán cuenta, bien —intentó tranquilizarlo.

—Es una locura, hay una horrible tormenta y tú viajas hasta mi casa solo porque tienes frío, ¿Sabes lo peligroso que es? —hablaba el con preocupación.

—Uh. Si no me quieres aquí dímelo y me voy —aviso ella con seriedad.

— ¡No es eso! —negó el.

—Cállate —ella tapo la boca de él con su mano y el emitió un gemido de sorpresa.

—Suéltame —dijo pausadamente y con estropeo debido a la interrupción en su boca.

— ¿Me voy? —preguntó ella.

—No.

— ¿A caso mi Honey necesita atención? —preguntó ella con malicia.

—S-Sí.

— ¿Quieres que te de atención?

El volvió a asentir sin poder hacer nada más. Ella se inclinó sobre su cuerpo y beso suave y brevemente los labios del chico mientras ella sonreía calmadamente, como si todo estuviera bien. El adoraba eso de ella.

—Vamos a dormir —susurró Gabriel contra los labios de Atenea.

—Bien —accedió fácilmente ella.

— ¿Está cerrada la puerta con seguro?

—Sí. Cuando entré lo hice.

El asintió y se acomodó a un costado de su cama, destapándose de su cobija calientita que lo mantenía en una temperatura agradable para él. Ella sin decir nada más se acomodó en el espacio que le brindo Gabriel.

— ¿Te puedo abrazar? —preguntó el con timidez una vez que ya estaban acomodados y arropados.

—Hemos follado antes y tú me pides permiso para abrazarme —se burló ella.

— ¡Atenea! —regaño él con su rostro sonrojado y escondiéndose entre las sábanas en un intento de ocultar su rostro rojo.

—No grites que nos oirán —recordó ella mientras reía brevemente.

Hola Mi DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora