NOSOTROS DOS

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Omnisciente

Otra semana más había transcurrido, Gabriel estaba más deprimido desde aquella platica en el comedor con su familia, estaba tratando de asimilar más lo sucedido, sabía que la chica no le correspondería y aun así trato, le advirtieron acerca de ella pero el hizo caso omiso a las advertencias y ahora pagaba el precio.

Sus ojeras eran más que notorias junto a su mal humor.

Sus amigos lo intentaron llevar a varas fiestas pero no pudieron, intentaron subir su ánimo pero nada funciono, el simplemente les pidió un poco de tiempo para poder superarlo.

Justamente ahorita él se encontraba en su casa, acostado en su cama llorando, sabía que no era tan sano que pasara llorando pero no lo podía evitar, su padres y hermanas andaban de vacaciones por la playa, justamente regresarían en dos días más, sus padres lo iban a llevar a la fuerza pero Isabella intervino diciendo que era mejor que Gabriel se quedara en casa, eso era lo mejor que podrían hacer por su hijo.

Una gran tormenta caía, el cielo gris de la noche era sombrío, por eso Gabriel se asombró al oír el timbre sonar, no iría a abrir la puerta pero recibió un mensaje de su hermana diciendo que fuera, que era muy importante lo que vería ahí.

Confundido él se diriguio hacia abajo, sus ojos rojos e hinchados hacia que la luz que iba encendiendo lo molestara, abrió la puerta tras recibir el mensaje de su hermana Isabella diciendo que ella estaba afuera.

Honey (Gabriel)

Tras abrir la puerta lo primero que vi fue la figura de una chica.

—¿Isabella? —pregunte confundido.

La chica se giró lentamente y cuando estuvo en frente de mí no me lo creía.

—Atenea —susurre.

Ella sonrió ladinamente.

Su cabello estaba pegado a su cuerpo y cara, su ropa estaba empapada por la lluvia, se veía cansada.

Mi corazón empezó a latir rápidamente, mis ojos picaron por las lágrimas, verla enfrente de mí por alguna extraña razón hacia que todo doliera más.

— ¿Me dejaras aquí afuera? —arqueo una ceja.

—Eh...adelante pasa —me hice a un lado para que entrara.

—Me prestas el baño y ropa —pidió.

—Claro —conteste aturdido.

La dirigí al baño de mi cuarto y le di ropa, ella se adentró al baño, solo me quedaba esperar.

¿Cómo sabia donde vivía?

Mis manos sudaban en grandes cantidades, mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, mi respiración era irregular, ¿Qué querrá de decirme? ¿Por qué ha venido hasta aquí?

Volver a tener la imagen de verla empapada por la lluvia era hermoso, su cabello azabache pegado a su cara, su ropa mojada que se ajustaba a su cuerpo y sus ojos azules que deslumbraban incluso más que siempre, su seguridad al halarme junto a la seguridad de pedir cualquier cosa era admirable en ella, mire hacia abajo y me percate de algo.

No traía camisa.

¡Mierda! Ella me vio sin camisa.

Sentí la sangre llegar hacia mis mejillas y concentrarse en esa zona, me dispuse a buscar una camisa.

—Gracias —oí una voz detrás de mí.

Gire rápidamente mi cuerpo que me enrede en mis propios pies y caí sentado en el suelo, ella se carcajeo y yo solo agache mi rostro, estaba muerto de vergüenza.

Hola Mi DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora