🍬Recuerdo del baile bajo la lluvia

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Una inevitable corriente eléctrica traspasó mi espina dorsal.

Verde. Su mirada tan brillante y hermosa como la recordaba.

Mis piernas comenzaron a flaquear al irme acercando cada vez mas a él.

—Hola, Santiago —dije con un hilo de voz, sin atreverme a mirarlo directamente a los ojos.

Santi se paró frente a mí, con una mano tomó mi mentón y con suavidad lo elevó, con el propósito de que nuestras miradas se encontraran de nuevo. Al lograr su cometido, me hizo sonrojar con una de sus tiernas sonrisas genuinas, para luego avalanzarse sobre mí y envolver mi cuerpo en un calido y reconfortante abrazo.

—Te extrañé tanto —habló con su rostro enterrado en el huequito de mi cuello.

—También lo hice —sonreí con amplitud.

Lo necesitaba, lo necesité siempre. Sus abrazos, su calor, su presencia; necesitaba verlo, sentirme segura nuevamente entre sus brazos.

Ahora lo estaba, sabía que lo estaba.

Despegamos nuestro abrazo después de varios minutos. Nuestras miradas aún conectadas y nuestros corazones bailado al son de los latidos.

Santi entrelazó nuestras manos y comenzamos a caminar en silencio. No uno incómodo, sino uno necesario y familiar.

Llegamos hasta un lugar cubierto de grama.

Los niños corrían libres, mientras sus padres sonreían al notarlos felices. Los perros jugueteaban y corrían. Todo se veía tan real y puro, hasta el aire que se respiraba en ese lugar era distinto.

Mi mirada curiosa recorrió cada parte de su rostro. Esas pecas diminutas en sus mejillas, los huequitos que se forman con las comisuras de sus labios cada de sonríe. Sus ojos verdes.

Amaba todo de él, sin dudarlo.

—Así que, ¿Eras tú? —dije al fin lo que quise preguntar desde que nos encontramos—. ¿El pequeño niño despeinado?

Sonrió—. Desde pequeño has tenido un cachito de mí en tus manos, Valeria —dijo sin borrar su sonrisa—. Y es tan aterrador y hermoso pensar que tienes en tus manos mi vida, tienes el completo poder de hacerme feliz o destruirme con tan solo una palabra.

Llorar cada que Santi expresaba lo que siente hacía mi se está convirtiendo en una de mis pasiones últimamente.

La sinceridad en su voz me hacía estremecer. Porque estaba segura que no era necesario dudar, o utilizar un polígrafo al escucharlo decir aquellas palabras, su mirada lo delataba. Su alma era tan transparente al estar a mi lado, que sus ojos eran diminutos espejos hasta su interior que confirmaban la veracidad de sus relatos. Era real, lo que decía y hacía.

Santiago se puso de pie y sacó una mantita color celeste de una canasta campera que no había notado que traía consigo.

—Venga, siéntate conmigo —sonrió dando leves palmaditas a su lado.

Obedecí al instante, aunque mi vestido complicó un poco el trabajo. Sin hablar de mis zapatos, cuyos tacones se enterraban en la tierra cada que daba un paso.

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⏰ Última actualización: Sep 25, 2022 ⏰

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Mi chico de los ojos tristes © || En ProcesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora