Todo por Emilio Markov, todo era comandado por él, cada respiro que daba, cada mirada que recibía, absolutamente todo era controlado por él.

No importaba que los motivos de la boda no fuera una deuda con su padre, o como él había dicho; por su propia voluntad de meterse a la cama con ella. Eleanor era consciente que había más, que ni siquiera se acercó a la punta del iceberg. Aquellos ojos azules ocultaban demasiado, y si él encontró la manera de chantajearla para que accediera advirtiéndole que su vida corría peligro, ella buscaría la forma de encontrar su punto débil. Debía existir uno, por minúsculo que fuera. Una vez diera con ello se aprovecharía de él, y así salir ilesa de esa fachada de matrimonio.

Eso era lo único que tenía en mente como plan, también que jamás le daría su cuerpo, tampoco su alma, aunque él se creyera capaz de tener acceso a todo lo que ella era. La única ventaja que esa castaña tenía y de la cual pensaba aferrarse, era su tosco carácter, hacerle la vida imposible, tornarle insoportable la convivencia, arrepentirse de haberse casado.

Su vida había cambiado drásticamente, pero la de ese hombre...ni siquiera se imaginaba lo que se transformaría su existencia por solo arrastrarlos a eso.

—Ele, querida. —Lorenzo la recibió en su oficina con unas carpetas en su mano.

Olvidó por completo que sus dos socios no tenían ni noción de lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo les diría que se debía casar? Improvisar, debía buscar una excusa contundente para hacerles a la idea cuando la vieran junto a ese hombre. Algo le decía en su interior que toda la investigación que llevó a cabo por la noche, y las palabras de Emilio, no saldrían de su boca. No pondría en peligro a sus dos amigos.

—¿Qué tal todo? —saludó sonriente, dejando su cartera en su silla.

La fragancia a jazmines era ya imposible de soportar, y esa mañana los arreglos florales aumentaron, frescos, hermosos, blancos y puros, todo lo contrario a la persona que los dejaba ahí.

—Mejor de lo que pensábamos. Las entrevistas van cada vez mejor, los de recursos humanos se unieron de un día para otro, incluso tenemos acceso a información que será muy valiosa —comentó emocionado —. Parece que la suerte está de nuestro lado.

Ja, la suerte no existía en ese lugar. La suerte vestía de traje y daba órdenes desde una silla.

—¿De verdad? Que buena noticia.

—¡Si! Carol ya ni siquiera puede con tanto trabajo, es...uff —sacudió su cabeza —. Mágico.

—Mágico —repitió la castaña apoyándose en su escritorio incapaz de sacar a su socio de su realidad. Ahí no existía tal magia, ahí todo era una especie de compensación de su futuro esposo, una especie de tregua por haberla acorralado de la noche a la mañana.

—No te noto contenta, es lo que buscábamos hace días. Que los de recursos humanos se pusieran a trabajar es un gran avance.

Eleanor suspiró pasando sus manos por su cabeza. Su cabello en un rodete la mantenía serena, no tenía ni tiempo de ponerse a pelear con sus rizos. Hasta esas ganas le había quitado Emilio.

—Me duele la cabeza, dormí muy poco —aseguró lo que en parte era cierto.

—¿Qué tal la boda de tu primo? ¿Las víboras sacaron mucho veneno? —se interesó su amigo conociendo la clase de tías que tenía Eleanor.

La castaña soltó una corta risa recordando el zoológico que se tornó la boda, la manera en la que Emilio calló a su tía en segundos.

—No el suficiente —alzó sus hombros —, pero fue una linda velada. Sebastián se veía muy feliz.

Obstinado poder © (Markov I)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें