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– ¿Cómo entraste?

–Por la ventana– señalo con una sonrisa– fue súper fácil, deberían quitar esas piedras sobresalientes... en fin ¿Cómo estás?

Ella se lo quedo mirando un buen tiempo, estaba vestido de negro nuevamente y en su habitación. Detalle especial: Hoseok era un chico malo, y extraño.

–Estás loco.

Hoseok no aguanto la carcajada y rio a todo pulmón sin importar quien pasara por el pasillo fuera de la habitación, Amber aterrada corrió y abrió despacio echando un vistazo y suspirando al no ver a nadie. Cerro, volteo sobresaltándose al mirar como el chico sonreía encima de su cama observándola.

–Eres extraño.

–Y tu hermosa– saco de su bolsillo algo y se lo extendió– tómalo.

– ¿Qué es?– Amber se acercó, no sentía miedo ni intimidación por él. Solo curiosidad– no puedo aceptarlo, y me traería problemas.

–Solo es un celular, y puedes colocarlo en silencio. Nadie se enterara.

–De cualquier manera me traería problemas, al igual que estés aquí, debes irte.

–No te meteré en problemas, nadie me vio subir– negó– y nadie sabrá que te di el aparato, solo es para que te comuniques conmigo.

– ¿Necesitas que guarde algún cargamento o cuerpo? No puedo– negó con su cabeza.

El chico frunció el ceño y luego suspiro cayendo a lo que se refería sonrió. Detalle especial de Hoseok numero dos: sonreía mucho.

–No necesito que hagas eso, no quisiera verte traumada y mucho menos asustada.

–En serio me asusta mucho... ¿No trabajas?– pregunto curiosa apoyando su espalda en la puerta del closet.

–Si, por las noches, o a veces viajo– resto importancia con sus manos– nada interesante... ¿Qué estudiaras cuando salgas de aquí?

Un silencio tenso se acentuó en la habitación, Amber miro la venta y como las cortinas de esta hondeaban a cada momento por la brisa, la melancolía y tristeza se hicieron presentes en sus ojos claros y contuvo las ganas de llorar.

–Hey... ¿Dije algo malo?– Hoseok se levantó despacio y tomo sus manos sin quitar sus ojos de ella– Niña...

–No lo sé, no creo que estudie después de que acabe mi tiempo aquí.

– ¿Por qué?– frunció su ceño no encontrando impedimento.

–Pues...– suspiro limpiando la pequeña lagrima escurridiza– tal vez termine como ayudante de este lugar, o me casen con algún señor de la ciudad, monja o quizás ayude en la cosecha de frutas en el pueblo.

– ¿Qué clase de futuro te inculcaron en este lugar?– pregunto sin quitar la mirada de ella– por ningún motivo, escúchame bien– acuno sus mejillas– por ningún motivo debes limitarte o que limiten a algo, debes ver más allá de lo que ellos creen que debes hacerlo. Los sueños no tienen fin y tu no debes colocárselos, por tu mirada triste y por lo que cuentas lo hacen.

–Es que se... que jamás saldré de aquí...– sollozo en silencio.

–Si te digo...– trago en seco al oler su rico aroma a jazmín– si te digo que puedo sacarte, que te llevare lejos y conocieras el mundo ¿Me creerás?

Amber alzo la mirada de sus manos juntas hasta sus ojos oscuros, quería encontrar la mentira en sus dulces palabras, pero no había nada más que palabras sinceras. No quería dejarse llevar por un chico que apenas y conocía hace un día, no quería dejarse llevar el latido descontrolado de su corazón. Ella no podía ilusionarse nuevamente.

– ¿Por qué harías algo como eso? ¿Qué ganarías a cambio?

–No necesito ganar nada a cambio, no te pido algo para verte conocer el mundo.

–¿Por qué harías algo como eso entonces?

–Porque eres una flor muy hermosa, porque siento que gritas con tu mirada auxilio, necesitas mas que cuatros paredes monótonas. Necesitas ser libre mi querido girasol– la atrajo con cuido y miedo a ser rechazado por el abrazo– necesitas sentir la libertad, y si me permites aunque sea un poco de confianza... yo puedo dártela.

Amber alzo sus manos y las deslizo por su chaqueta de cuero, tenía un olor dulce y masculino. El calor desprendido de su cuerpo, mas aquella voz tranquila mientras le hablaba la hicieron confiar, era calmante estar entre sus brazos.

–Dime... ¿aceptarías que abra tu jaula pequeño colibrí? ¿Dejarías que te enseñara el mundo? ¿Me dejarías... quererte?

La castaña se aferró al chico como si fuera lo último que persiga, se aferró con miedo por perderlo o que fuera una ilusión de su mente ya acabada por la soledad, por el abandono. No quería que fuera un sueño, uno del que despertaría.

Hoseok sintió aquel miedo y la apretó más hacia él. ¿Por qué sentía que ese era su lugar? ¿Por qué junto a ella? ¿Por qué sentía que quería tenerla siempre?

– ¿Lo harías?– susurro con la cabeza inclina para oler su dulce cabello.

–Dile ya que sí.

– ¡Wendy!

– ¡Wendy!

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Rapunzel 🌻Jung Hoseok🌻©Where stories live. Discover now