—Me duele igual que hables en pasado. ¿Cuánto tiempo es que se quedará allí?

—Un año. Y ya ha pasado un mes. Pero...—suspiró cuando esa idea un tanto desalentadora volvió a pasar por su cabeza.

—Pero, ¿qué?

Se encogió de hombros.

—Él me dijo que volvería después del año de beca. Pero no sé, tal vez le surge alguna otra oportunidad de quedarse o de seguir viaje. En cierto sentido, me da miedo eso, pero tampoco me gustaría que renunciara por mí.

—Pero no es algo que pueda pasar con seguridad, ¿o sí?

—No lo sé, estoy suponiendo, viendo posibilidades.

—Tal vez deberías hablarlo, Oli. Seguro te hará bien.

—Lo sé. Lo haré. En cuanto pueda.

Lo bien que se sintió tras esa charla fue inexplicable. Le agradeció a Gise por escucharla y le dijo lo bien que le haría tenerla más cerca.

—¿Sabes? Con mi madre estamos planeando ampliar el negocio. ¿Te acuerdas el curso de páginas web que he hecho? Creo que lo aplicaré para hacer una web para vender los productos a otras ciudades. Si todo sale bien, puede que venga más seguido a la ciudad.

Gise continuó contándole sobre el plan que tenía mientras Olivia preparaba la cena para las dos. Pusieron un poco de música, hablaron sobre temas que hacía mucho no tocaban y volvieron a conectar con esa amistad tan pura que tenían.

Después, se sentaron en el sofá a mirar una película mientras tomaban helado, como en los viejos tiempos.

Pero no pudieron llegar a los títulos finales porque la interrupción llegó mucho antes.

La puerta del frente se abrió y tras ella apareció Camila. La cerró con más fuerza de la necesaria y se quedó allí, con la espalda recostada y los ojos cerrados.

Sus amigas la miraron en silencio hasta que la preocupación las invadió.

—¿Cami? ¿Está todo bien? —se animó a preguntar Gise.

Después de un sonoro suspiró, sus palabras salieron con mucho odio.

—Es un idiota. Un total y completo idiota.

Salió del estado de trance que parecía cargar y avanzó hacia el sillón. Tiró la cartera con fuerzas y fue hacia el sofá donde estaban sus amigas. Se hizo lugar en el medio de ambas, recostó la cabeza y cerró los ojos.

—Me dejó plantada.

—¿No ha ido?

—No. Y tampoco me ha dicho algo al respecto.

—Tal vez le pasó algo —pensó Oli.

—Lo que pasó es que se olvidó. Miren su cuenta de Instagram. Ha subido una foto en un bar con los amigos.

Gise buscó rápido su celular para corroborar lo que su amiga le decía.

—¿Le has dicho algo?

Ella negó.

—¿Para qué? No tiene sentido.

—¿Pero estás segura de que te había dicho para verse hoy? —volvió a preguntar Gise—. Me sorprende que se olvide así sin más.

—Se olvidó. Punto. Hasta acá llegué con esta situación. Estoy harta.

—¿Hablas en serio?

—Esta vez sí. Ya me cansé. Ya pasé mucho tiempo haciéndome la ciega y sinceramente, me duele —la última palabra fue apenas audible porque su voz la abandonó. El nudo que tenía en la garganta podía sentirse.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now