1 - Bienvenidos a Colonia Basilia

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Olivia se dirigió hacia la puerta de entrada del comedor con una sonrisa. Por alguna razón, las mañanas de sol le generaban buen humor, sentía ganas hasta de trabajar.

—Buen día —saludó en voz alta, con la tonada jovial que la caracterizaba cuando estaba de ánimo.

—Llegas tarde.

No necesitó mirarlo para imaginar la cara que estaba poniendo mientras decía aquellas palabras. Lo conocía mejor que a la palma de su mano; serio, con actitud petulante, una ceja levantada y mirandola a espera de una respuesta.

Después de sentir como el buen humor amenazaba con salirse de su cuerpo en el pequeño suspiro que soltó, juntó fuerzas y lo miró a los ojos. Sonrió a pesar de la energía negativa que le había transmitido su compañero de trabajo.

—Igor... No eres mi jefe.

—Pero soy tu compañero y merezco más respeto.

—Claro, porque el lugar está que desborda de gente —le dijo con ironía.

—Tienes un horario que cumplir, Olivia.

Su nombre saliendo por sus labios le traía recuerdos de un pasado no tan lejano, pero sí muy diferente.

—Chicos, chicos... calmaos —. Waldo irrumpió en la habitación e Igor continuó limpiando el mostrador. —El chico tiene razón, tienes un horario que cumplir Olivia. Entiendo que es tu forma de ser, pero esfuerzate un poco, niña.

—Lo sé Waldo, lo siento. Intentaré ajustar mis horarios.

—Ve a trabajar —le dijo con una mirada paternal mientras pasaba por su lado—. Igor, la chica tiene razón. No eres su jefe, pero gracias por la ayuda... que dicho sea de paso, no te pedí.

Olivia sonrió. Sabía que Igor odiaba ser inferiorizado, pero también sabía que esa actitud engreída ocultaba mucha inseguridad... Sabía muchas cosas sobre él y era la única razón por la que no lo odiaba. No podía. Era imposible.

Se dirigió a la cocina y saludó a los cocineros que ya habían empezado con la comida que acompañaría el desayuno de los que llegaran al pueblo. Buscó su delantal en la parte del vestuario; rosa pastel con un dibujo pequeño del edificio del comedor. Lo había hecho Marta, la mujer de Waldo y él había quedado encantado. A Olivia no le convencía, pero ya era parte de su rutina... había aprendido a apreciarlo.

Faltaban diez minutos para las ocho de la mañana y su primera tarea del día iba con atraso... Quizás Igor tenía un poco de razón, no podía ser que todas las mañanas empezara a las apuradas para lograr limpiar todas las mesas antes de abrir.

Hacía casi dos años que había empezado a trabajar allí y aun le costaba acostumbrarse al horario matutino. A pesar de que le encantaba la tranquilidad que la invadía en ese horario, le costaba mucho salir de la cama y accionar con rapidez. Creía que tendría que aceptar que sería un desafío por el resto de su vida en cualquier trabajo que tuviera.

Salió hacia el salón principal y su compañero la miró con desaprobación antes de arrojarle un trapo húmedo que alcanzó a agarrar en el aire. Mientras limpiaba la segunda mesa, una canción empezó a salir por los viejos parlantes del lugar. Era una de sus canciones favoritas... Después de tanto tiempo, él continuaba recordando aquello.

Sonrió y continuó con las mesas siguientes.

—Cinco, cuatro —empezó a decir el rubio mientras se dirigía a la entrada.

—Espera que faltan dos —le dijo Olivia siguiendo con la rutina.

Siempre hacían lo mismo... Y ella siempre terminaba a tiempo.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now