Twenty

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La mujer de cabello castaño lloraba desesperada, su hijo, su pequeño, ahora ya no estaba con ella.
Apretaba la nota en su pecho, esperando que todo eso sea solo una broma de mal gusto por parte de su amado niño, pero no lo era, el cuerpo que se estaban llevando los médicos era la viva prueba de eso.
Se culpaba demasiado a sí misma, ella debió haberlo escuchado, estar para él en todo momento.
Debió haber sabido que su esposo le diría algo a su pobre hijo, su hijo que ahora no estaba con ella.

Si tan solo ella hubiera podido hacer algo, ser menos patética, dejar de ser la mujer linda que solo sabe cocinar.
Ella realmente amaba a su hijo, era su vida, por eso cuando supo que algo andaba mal con el comer de su hijo lo llevó al hospital, para descubrir que su pobre niño tenía bulimia y ansiedad.
Ella pagó su psicólogo, porque no podía entenderlo.
Ella trató de ayudarlo.

¿Ella estaba mal?
Ella se sentía mal, ella cree que es la culpable de el suicidio de su hijo.
Su niño, él solo tenía 14 años y amaba el teatro, él fue su alegría y la razón por la cual empezó a trabajar sin terminar de estudiar.

Ella lloró, lloró mares, no quería aceptarlo.

Un azabache llegó corriendo al solo oír la noticia, y al llegar vio a la mujer castaña llorando desconsolada.

Él se tiró al suelo, no, eso no podía ser verdad.

¿Su Tweek muerto? No, no, no, no y no.
Tweek no podía morir, ¡no podía!
Él todavía no le mostró la luna
Todavía no habían visto las estrellas juntos como prometieron

Pero ya no podría hacerlo
Tweek, su novio, su razón principal de despertar y hacer un café para llevar.
Se fue.

Su ángel se les fue.

¿En qué momento nuestro paraíso se convirtió en nuestro infierno?

El Diario de Tweek TweakWhere stories live. Discover now