•Angelic•

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La luz era tan escasa, que solo por ciertos y pocos rayos de luz nocturna, se podía distinguir la piel de ambos rostros.

—¿Seré un ángel?...

La voz grave del menor, entonada en un tono muy bajo, lo cuestionaba en la picardía que solo él podía desprender en sus brillantes ojos.

El contrario negó, casi sonriendo. Estaba muy enfocado en verlo.

—No... No puedes ser un ángel. Eres más perfecto que eso.—Le corrigió en un susurro.

La habitación era de ellos dos en ese instante. No importa si habían otras dieciséis personas afuera... Todo lo que importaba, estaba entre ellos dos.

—Un angel no tiene malicia, pero tú sí... Luces como uno, suenas como uno, actúas como uno, pero es tanta perfección que tengas esa dualidad exacta.—Añadió, usando su dedo pulgar, para repasar el labio inferior de Jaemin, como si no supiera lo que se siente.—Eres tan humano en presencia, y tan irreal a mis ojos... Que no puedes ser un ángel. Pero puedo ser tuyo, si.—Reafirmó.

La luz amarilla se colaba por debajo de la puerta, y a oscuras resaltaba mucho más.

Había un silencio muy cómplice en el ambiente.

—Es un alivio saberlo... Porque nadie más toca lo mío.—Su mano apretó la tela del hoodie de Haechan, y fue acercándolo más, si es que eso era posible.

—¿Ahora eres posesivo?—Inquirió burlón.

—Sabes bien que no.—Su sonrisa se ensancha sobre los labios del moreno.—Solo me gustas.... Muchísimo. ¿Más de lo normal? Dime Haechan, qué nivel de locura podría ser esta.

El susodicho con atrevimiento se sentó en las piernas de Jaem, con las suyas a cada costado.

Las rayas de la persiana del cuarto de Jaemin, podían mostrar entre líneas, una sensual imagen de ambos.

—Bésame y tal vez te consiga la respuesta...

Se vieron por largos segundos, saboreando la tensión.

Las manos de Jaemin se deslizaron dentro de la prenda superior, estremeciendo la piel de Hyuck.

En una mordida inofensiva, se llevó el labio inferior de Haechan, y rozó sus labios juntandolos al final.

Se estaban besando a escondidas, sobre su cama.

Que bonito secreto, el que se mezcló en el leve gemido de Donghyuck, tapado por la mano del rubio. El mismo que con lujuria marcaba el cuello del mayor, succionando su piel.

Nadie tenía que saber de las travesuras del alcohol, que más allá de la bebida quizás eran tan reales como las caricias que le daba el mayor, cuando nadie veía bajo la mesa en la cena.

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NaHyuck's Zone/ One ShotsWhere stories live. Discover now