Baile de pociones (Parte 2)

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Paso el dorso de su mano derecha sobre el vidrio para sacarle el polvillo, y lo que vio la horrorizo. Podría creer que no era ella, si es que no fuera consciente de que estaba observando un espejo. La Amelie frente a si tenía sus ojos verdes inyectados de sangre, se veían rasgados debido al sueño, tanto que podría hacerse pasar por la hermana perdida de Hua. Su rostro estaba demacrado y tenía un par de lagañas por sus largas pestañas, sin contar el hecho de que parte del maquillaje que se había colocado a la noche anterior estaba corrido hasta los pómulos, al igual que el labial, que ahora se extendía por su mentón. ¡Era un monstruo! Y para completar su aspecto de payaso de circo, se dio cuenta que solo la mitad de su cabello pelirrojo estaba alisado y peinado, el resto de sus pelos se paraban en todas direcciones.

Sobre que no tenía humores para chistes, Myrtle la Llorona empezó a revolotear sobre su cabeza, tarareando una canción de circo, mientras agregaba entre frases, rimas como: «¡Asesorada por dementores, muy pronto en tus pesadillas, con un Ridikkulus tendrás que espantar a la pelirroja marranada!»

-¡CÁLLATE YA, MYRTLE! –chillo Amelie, taladrándose ella misma la cabeza.

Pero el grito no funciono más que para aumentar sus dolores, ya que pareció ser el llamado a Peeves, el poltergeist especializado en aumentar las burlas y quien no tardo en unirse a la pegadiza rima de Myrtle.

Emily y Louis siguieron con la poción como si nada hubiera ocurrido y, a regañadientes, Amelie decidió que aquello era lo mejor. Mientras más se enojara, más incitaría a Peeves y Myrtle a que siguieran molestándola; era mejor que se fueran cansando con el tiempo. Si es que eso era posible.

-¿Alguno me quiere contar que ocurrió anoche? –ambos la miraron e insinuaron una sonrisita burlona.

-¿Qué persona en su sano juicio es capaz de aceptar un vaso de los merodeadores?

Amelie sintió como su alma se le caía a los pies. ¡Había sido una idiota! ¿En que estaba pensando? Tal vez en la perfecta sonrisa de James… de seguro, esa podía ser la única razón por la que acepto el vaso. ¡¡¡Un brindis!!! ¡Ella había visto cuan raros se estaban comportando los merodeadores! ¡Había metido la pata!

-Por Merlín –susurro Amelie, tocándose la cabeza y observando distraídamente la poción-. ¿Qué tenía?

Louis rio.

-Al ponche que había hecho Slughorn le agregaron un poco de hidromiel combinado con jerez más un toque de colorante rosa… Inteligente, ¿No lo crees?

La cabeza le palpitaba a horrores cuando trataba de acomodar todo en su cabeza. Era obvio. Había sido una idiota. Le dirigió una mirada fulminante a Louis, quien sonreía divertido.

-Y… ¿He sido tan estúpida como para tomar más?

-¿Alguna vez oíste sobre la poción de Loto?

Tuvo que hurgar aún más en su mente, que le daba flechazos y pinchazos. Al fin lo recordó, en el libro de Libatius Borage. Era una poción que producía el mismo efecto que las flores de loto de los cuentos de mitología griega: adicción y amnesia. Era complicada, con materiales e instrumentos difíciles, bastante imprecisa. Pero, al parecer, eso no se había visto como un inconveniente para los merodeadores. Y lo peor de todo, es que además de la poción, se habían asegurado de agregarle un poco más de alcohol al ponche, seguramente para poner las cosas un poco más divertidas y… alocadas.

Amelie Moore y la maldición de los PotterWhere stories live. Discover now